La Polar, empresa del retail chilena, ha planificado e implementado una estafa que ha estremecido a la sociedad chilena. Sus directores y ejecutivos maquillaron la contabilidad de la empresa con el propósito de mostrar cifras azules en los balances financieros y así promover la compra de acciones del público, mientras ellos las liquidaban a buenos precios en el mercado. Ha sido un escándalo nacional, que ha afectado a accionistas, pensionados de las AFP y cientos de miles de clientes. La fe pública y la propia imagen del país se han deteriorado.
El auge del retail en Chile se encuentra estrechamente vinculado al negocio financiero. Comenzó como herramienta para potenciar ventas, convirtiéndose posteriormente en un negocio autónomo. Estas empresas se han concentrado en atacar nichos de mercado que no son segmento objetivo para la banca, logrando rentabilidades extraordinarias. El negocio financiero de las tarjetas de crédito es el componente más importante de los ingresos totales de las compañías de retail, enfocado en clientes de estratos C3 y D; vale decir, las familias de más bajos ingresos.
En el caso de la Polar el negocio financiero se convirtió en una perversión, ya que no sólo expolió con tasas de interés usureras, sino que utilizó a sus clientes morosos como instrumentos para transformar una compañía virtualmente en quiebra en una empresa próspera. En efecto, La Polar realizó repactaciones automáticas unilaterales de las deudas con sus clientes, incluyendo sobre-intereses, mora, gastos de cobranzas, etc. Así, la contabilidad transformaba cifras rojas en azules, se posponía la deuda anterior mediante la repactación, y se mostraba un crédito nuevo. Es la “contabilidad creativa”, fraude inventado por los ejecutivos de Enron y Worldcom, en los EE.UU., para inflar ganancias, engañar al público y accionistas. Su propósito: favorecer la posición en la bolsa para que los inversionistas sigan comprando acciones mientras sus ejecutivos las venden. Y, al mismo tiempo, el directorio recibe jugosas ganancias y los ejecutivos bonos por buen desempeño.
Según muestra la tabla que forma parte de los estados financieros corregidos y donde se describe la progresión de clientes con repactaciones unilaterales a partir de 1998, sólo el año 2005, 73.948 clientes fueron repactados unilateralmente por primera vez. Una cifra que sumada a las anteriores repactaciones representa el 18,6% del total de 1.074.690 clientes que fueron repactados sin su consentimiento hasta el año 2011. En cuanto a la deuda acumulada hasta el 2005, ya el 63,3% de ella se mostraba como “activos por cobrar”, lo que equivale a cerca de 600 mil millones de pesos.
El directorio de la Polar dice que no advirtió las anomalías existentes, pero nadie le cree (y están renunciando en bloque). Su responsabilidad es ineludible, como lo es también la de Price Waterhouse Coopers (PWC), auditora externa de la multitienda, la que visó de forma irresponsable todos los estados financieros, sin observar problema alguno. Por su parte, la Superintendencia de Bancos e instituciones financieras (SBIF), aunque no fiscaliza en terreno a los emisores de tarjetas no bancarias, le corresponde revisar los informes preparados por la auditora externa, vale decir PWC. La SBIF sabía perfectamente el elevado endeudamiento de los clientes de la Polar, pues estaba destacado en su propia página web y, por tanto, actuó con escasa rigurosidad al dar visto bueno a lo obrado por la auditora externa.
En la figura se ve que el último año la acción cayó a un 10% del valor que tenía en 2010. Otra forma es ver que pasó cuando se descubrió que La Polar tenía problemas: su valor cayó desde $2400-2.800 a $400 y fracción en pocas semanas. Esa es la pérdida de los dueños y se debe comparar con la que tiene un propietario de Pyme que quiebra. Tal vez la pérdida debería ser mayor, pero algunos problemas en nuestra actual Ley de Quiebras (en proceso de modificación) le dan un poder poco legítimo a los accionistas en un proceso como éste, y es por eso que el precio de la acción no es cero.
El caso La Polar tuvo un gran impacto social, político-económico y cultural, y al paso del tiempo aún no existe claridad de las repercusiones a largo plazo. Luego de la realización de este trabajo, orientado a entender este caso, creemos que La Polar si conformó una organización corrupta. Considerando que la corrupción debe ser entendida más allá de un mero acto criminal, sino que involucra una desconexión de las normas sociales que llevan a la arrogancia, la codicia y la incapacidad de diferenciar objetivos personales con organizacionales. Esto se refleja en el caso mediante la negación de las normas contables y la legislación corporativa chilena, la arrogancia de no tener una capacidad crítica de reconocer errores, la codicia de acumular capital a costa de un engaño, y la utilización de personas y organizaciones como instrumentos para alcanzar objetivos individuales.