Nosotros 535i1y

Índice

Portada Sinopsis Nosotros Dedicatoria Cita Prólogo Proemio La he visto y no me ha mirado Un solo verso Agua, aceite, clara y yema de huevo Todo irá bien Lucerna Mosaicos Sano y salvo Interruptor de luciérnagas Políticamente social Claro como el agua Antorcha

Dos versos Cuando te despertaste esta mañana Nubes de caqui. Lluvia de palos Otros cuatro versos más Esta vez más alto Cuestión de probabilidad Por las noches cuando se quiere (morir) Levantando los brazos le pido al cielo En la memoria Todo está en el detalle Mudo dolor Tres versos Gotas Congelado Esperando a que los océanos La diferencia entre una flor y yo Poemas de después de mi muerte Indignación Hace tanto tiempo que me fui Aun así Te quiero, siempre

¿Sigues allí? Manufacturado A la chica del telediario Querida amiga mía Fama La tercera mejilla Todas las personas de mi plural Hacer el amor por primera vez No tienes absolutamente nada que ver Otra historia del metro Ni tan mal ni tan bien Caminas cauta sobre la tierra húmeda Uno para todo El daño secuestrado El vecino Calma, pequeño El cielo No sé si tender la ropa Buenos días por la mañana Inolvidables

El barco de don honesto Fuera de mí hay un lobo Buena educación El jarrón A la intemperie Vivir con la duda Educación permanente Lejanía Uno más: fácil y divertido Sofá Suelo seco Un concepto sencillo Habré Dos versos más Mira a la joven Llegaron tarde al amor Señor presidente Viejo niño pescador Hacer el amor Premios Forqué No quieras querer verme ahora

Del que miraste después de mirar a Bécquer Smartphoem Todo mejora con el tiempo Feria Actitud Responsabilidad Ambición Kaiju Bo-tan-do Disculpas Cuatro versos Árbol Habitabilidad El corazón en días extraños Hermanos y hermanas En venta mi ventana Determinismadamente Estar de visita donde duele Amor potable Peso pluma Mesa

Alfombra roja Las formas de llamarte Juegos de cocina Dictado ¿Dónde están? Cosas que me sabía con seguridad a los diez años Poeta-forense Cinco versos Aprovechar la luz del sol Otro verso solo ¡Auch! Hechizos, conjuros y encantamientos El llanto Si antes estaba obligado a creer Crecer hacia las cosas Por qué la lucha Al final de la calle Impar patrulla nocturna Dícese Hacer el amor por última vez Llueve agua salada

Ha pasado El otro pardo Crónica de una caída anunciada Por qué en Twitter parece que estamos al borde de la tercera guerra mundial y en los bares no Señorita de la cabeza de humo Se abre una cruz Promesa Aunque no sea del todo cierto Ya no hay secretos Fuimos El amor es Un beso de renombre La flor a la flor chiquita Lágrima pequeña de mi lágrima La luna Yo era el cielo Quiero romper a llorar como la lluvia No las abandones La flor reciente La preocupación del árbol

Si mañana me buscáis y no estoy Créditos

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Sinopsis

César Brandon vuelve a recuperar el más puro estilo de Las almas de Brandon con poemas que reivindican al amor en todas sus vertientes. Un viaje a través de los sentidos que trata sobre encuentros y desencuentros de sus protagonistas.

Un poemario que te hará enamorarte, te romperá el corazón y volverá a emocionar a los miles de seguidores del autor que conquistó a España en solo tres minutos.

NOSOTROS

CÉSAR BRANDON NDJOCU

Dedicatoria

A Bless, Salva y Amor.

¿Me guardáis esta fe un rato? Volveré pronto a por ella. Lo prometo.

Cita

Entre nosotros, tras loc. adv. Con confidencialidad entre el hablante y el oyente. Diccionario de la Lengua Española

PRÓLOGO

En el proceso de escribir este libro me topé con los primeros versos de un poema de Donato Ndongo que dicen así: «Cuántas veces pasé por aquí; sin escribir un solo poema; ahora, al iniciarlo, me siento mal». La composición sigue con una riqueza de figuras retóricas que desembocan en lo que para mí es un confuso lago que bien podría ser la Fuente de la Juventud o un pantano venenoso. Pues los versos finales: «No me será posible salir indemne; pues; cuántas veces pasé por aquí; sin escribir un solo poema», no dejan claro si se arrepiente de no haber escrito más para sanar, o si el hecho de haberse atrevido a escribir es, en efecto, la causa del mal y el daño.

Sea cual sea la intención del autor, el poema me hizo replantearme el porqué de lo que hago. ¿Cuál es la necesidad de que escriba yo este libro? ¿El compromiso editorial? ¿La recompensa en forma de regalías? ¿No hay acaso ya suficientes poetas y poemas?

Otras mil veces al hacerme la misma pregunta he hallado refugio en el «no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta». La idea de que hay tantas historias y formas de ver el mundo como personas hay en él. Miles de millones de puntos de vista acerca de la razón, las pasiones humanas, la vida, el dolor, la muerte, la inmortalidad.

Confesaré que sé que me mueve la esperanza, y no la satisfacción o el placer en sí hallado o extraído de la experiencia de escribir. Tiene más que ver con el resultado. Con descubrir el poder que esconde un beso solo después de darlo.

Ojalá al final de cada texto y de cada poema descubras o redescubras que te

gusta la poesía, aunque sea para darte cuenta de que no precisamente la mía.

¿Cuántas veces no he pasado por ti y me he llevado conmigo un poema?

PROEMIO

Siempre que descubro lo poco que sé acerca de algo, mi corazón vuelca y se congela durante una efímera eternidad. Como un susto que se detiene por la mitad del sobresalto y vuelve a empezar. Un miedo paralizador; pero al mismo tiempo un miedo que luego me empuja a aventurarme en la infinita cueva del porqué de las cosas. Equipado con una linterna que alumbra cada vez más una luz que le pisa los talones a la oscuridad. Rompiendo su esencia al transformarlo en alegría. Se puede temer lo que se conoce. Lo que no se entiende es lo que aterra.

Que este libro aporte un poco más de luz a tu linterna. O en su caso, si supone un descanso, que sea para ahorrar batería. En la cueva de lo que queda por conocer, cuanto más al fondo, más oscura.

¡Que todo aquel que construya su casa sobre los fundamentos de la esperanza tenga presente que nadie podrá derribarla!

LA HE VISTO Y NO ME HA MIRADO

No culpes a tus primerizas piernas frías por tropezar otra vez en la danza del querer que exige la práctica de la noche y el día. No las culpes, y yo no culparé a las mías.

No culpes a tus primerizas piernas, vida mía. Pues el conocimiento es el único baile que se puede ensayar intencionadamente antes de haber descubierto una coreografía.

No culpes a tus hermosos ojos si todavía, futura querida, el amor a primera vista no cae en la misma categoría.

Hoy que el amor es tan interesado y egoísta dime, amada de Bécquer a primera vista: ¿no es acaso más bello y altruista recordar que yo no soy necesario para que tú existas?

¿Si te estaba viendo chocar, me preguntas? ¡Oh, desconocida! ¿De qué ha servido este poema de vernos el uno al otro si tú no lo sabías?

UN SOLO VERSO

Fuera de mí es el lugar menos hostil que conozco.

AGUA, ACEITE, CLARA Y YEMA DE HUEVO

Concepto: ¿piensa la luz en personas con ideas que puedan cumplir sus sueños?

Tu pigmento, mi agua, tu aceite vegetal, mi clara y tu yema de huevo.

Cuando el sol necesitaba acceder a mi cuerpo acepté y me hice el lienzo.

Tono pastel que no cumples en crayón con tu palabra, temple de la templanza: templo.

Mohoso y descontento ahora nos contemplo, y tristemente me preguntó:

¿Por qué se deshace un supuesto amor eterno? Volviendo atrás en el tiempo.

Perdiendo el color, el trazo y la hermosura. Realidad que regresa a ser concepto.

¿Por qué una hecha y derecha pintura se esfuerza por volver a ser un boceto?

TODO IRÁ BIEN

Toda irá bien, aunque ahora no lo parezca, ese oscuro dolor eterno tan solo es un eclipse del cielo triste, no una noche eterna.

¡Cuánto mejor soportar lo que venga! Carpe diem. El mundo seguirá después de que te quedes. Porque no puedo ser el primer hombre en la historia en equivocarme al decir que toda irá bien.

LUCERNA

Luz que no dejas las cosas claras, ¿me quieres en verdad?

Fuego, explosión de bala, pólvora estelar.

Niño que alquilas al diablo el alma para poder jugar.

La imaginación poco hecha: la cruda realidad.

El miedo es quimioluminiscente y reluce en la oscuridad.

¡No te apagues, luciérnaga de noche! ¡No pares de brillar!

MOSAICOS

Ya no eres un misterio para mí. Inflexible. La palabra que no se dobla consciente de que puede romperse con mucha más facilidad.

El de adentro. Eres conocedor de las porciones. Pero nunca escribes, solo, solo para uno.

¿A quién esperas? Nadie puede ir de visita hasta ti. Soy tu único huésped. Tú eres mi única casa.

Mosaicos, piezas de rompecabezas cortadas por la mitad. No hay quien nos junte.

No hay quien nos entienda.

SANO Y SALVO

Míreme mi amada esposa escribir la penosa prosa y dígame:

¿Cómo te atreves a morir de tristeza cuando hay morir de enfermedad? Cuando hoy hay morir, ¿por qué mueres del pasado o de la preocupación futura por lo que vendrá?

¡Oh, amor mío! Responda yo sin pelos en la lengua y calvo:

¿Quién, de niño o niña, no se ha clavado en el sobaco una espada, y, moribundo, ha agonizado un rato para después, con el juego acabado, levantarse de entre los muertos e ir a merendar? Sano y salvo.

INTERRUPTOR DE LUCIÉRNAGAS

«¿Por qué tiene que saber todo el mundo que te quiero?». La primera vez que se va la luz de sopetón puede oírse un alborotado murmullo en todo el vecindario. Cuando regresa después de unas horas, un alivio trae consigo las alegres voces de los vecinos y casi puedes sentirlo en el susurro de la corriente que corre veloz por los cables; en la luz roja del alargador; en el ventilador que lentamente comienza a girar; o en la encendida televisión. Cuando se vuelve a cortar de manera brusca, puedes oír los gritos de maldición de los vecinos a la compañía eléctrica. Notas la inanimada desesperación de las hélices de madera que no han conseguido girar a su máxima velocidad. Los niños pequeños salen a jugar de nuevo a imaginar en la vida real lo que les ha arrebatado la televisión. Los adolescentes apremian los deberes, pues en caso de no volver la luz se verán obligados a matar los ojos leyendo sobre la iluminación de las velas. Pero al regresar la electricidad, los vecinos, de nuevo, gritan alegres; los pequeños corren a la caja y los medianos dejan para más tarde lo que pueden hacer aún más tarde: mañana. El tercer apagón consecutivo colma el cabreo. Los padres les ordenan a los hijos desenchufar todos los electrodomésticos (no vayan a quemarse) mientras ellos bajan los fusibles. Algún que otro incendio recordarán que fue provocado por una subida de la corriente. Llega la noche, y con ella nosotros, amor de jóvenes en medio de toda la oscuridad. Los deberes están hechos; las consolas están desenchufadas. Escondidos bajo una estropeada farola. Siendo el foco de atención de la noche. Te amo. Firmas en mis labios con los tuyos. Me amas. Interruptor de luciérnagas. Vuelve la luz, esta vez para quedarse. Lo sabemos porque la casi-fundida bombilla de la farola centellea en nuestras bocas.

Con todos los electrodomésticos desconectados y las luces apagadas pasarán minutos hasta que el resto del barrio se dé cuenta de que ha regresado la luz. ¿Por qué tiene que saber todo el mundo que te quiero? Si hay un apagón en este beso, en este querer, en esta vida, amada mía, ¿cómo sabremos que ha vuelto la luz, si no se alegran los vecinos?

POLÍTICAMENTE SOCIAL

Adjetivación que describe el esfuerzo extraordinario que ha de hacer una persona por formar parte de las actividades de su grupo para no ser elegantemente excluido de las conversaciones.

Pre-malestar que siente una persona ante cualquier idea que implique salir de casa. Aunque luego puede acabar siendo quien mejor se lo pasa.

CLARO COMO EL AGUA

A cualquiera que de niño haya visto dibujos animados le suena esta escena: un gato va corriendo y tropezando con todo a su alrededor en su afán de atrapar a un ratón o un pajarito amarillo, para acabar siendo pillado por la perforadora trampa que él mismo colocó minutos antes; con potentes balas de fogueo que le agujerean el cuerpo. Y luego, con el gesto impasible y despreocupado, camina hasta la cocina donde se sirve un vaso de agua que, en su camino por el sistema digestivo, se filtra por los agujeros causados por los proyectiles. Convirtiéndole en una regadera andante. Es así, seres queridos míos, como os visualizo cuando os brocháis los «estoy bien» como polvo de los hombros. Cuando es tan claro como el agua que no lo estáis. Queridos míos, las flores y yo aguardaremos a que tengáis sed.

ANTORCHA

Yo anduve entre las tinieblas del éxito. Llegado tu turno, amigo, te advierto de tener cuidado con el poder que otorgas. Además de la luz, hay personas que, entregándoseles el fuego, en lugar de iluminar un camino oscuro, queman los ojos de los que en un principio ya eran ciegos.

Yo anduve entre las tinieblas del éxito. Llegado tu turno, amigo, te hago entrega de los planos de una caída. ¡Por favor! No cometas el error de construirla.

DOS VERSOS

Ha subido el precio de la tranquilidad. El silencio es su moneda de cambio.

CUANDO TE DESPERTASTE ESTA MAÑANA

¿Fue con un beso de sol en la mejilla que tu amada te dio los buenos días? Cuando todavía no sabías que pendías como de un hilo bajo mi rodilla.

Dime, pobre poeta entre comillas, si acaso ya lo intuías a mediodía que se ejecutaría esta cobardía y que vivirías tu peor pesadilla.

Hijo de alguna madre hispana, ¿creías que tu vida acabaría así cuando te despertaste esta mañana?

Hijo de alguna madre africana, ¿creías que tu vida acabaría así cuando te despertaste esta mañana?

NUBES DE CAQUI. LLUVIA DE PALOS

¡Elijo tu lado! Cuando la lluvia sea tierna y dócil y caiga para sanar en cada estación.

¡Elijo tu lado! Cuando las nubes estén hechas de caqui y el cielo esté en peligro de deforestación.

¡Elijo tu lado! Cuando la vida sea fácil, o cuando lluevan palos y no precipitación.

OTROS CUATRO VERSOS MÁS

El corazón es el escafoides del amor. Lo sabe quien se haya roto cualquiera de los dos.

ESTA VEZ MÁS ALTO

Esas alegrías que suben precavidas y cautelosas; erigiendo rampas esquivas y cuidadosas.

Esas alegrías que suben advertidas y miedosas; inclinándose como la cursiva en la prosa.

Esas alegrías: ojalá a tiempo me hubiera percatado. Esas alegrías: ojalá os hubiera copiado para columpiarme en la cuesta abajo.

Esas alegrías: no podré mitigar la inevitable hostia que, sin excepción, todos nos pegamos.

Sin embargo, alegrías: ¿volvemos a subir? Esta vez más arriba. ¡Esta vez más alto!

CUESTIÓN DE PROBABILIDAD

¿Dónde vas, amor? ¿Dónde vamos? Te he advertido que es una tontería al ver cómo me evitas; cómo me esquivas.

Huele cómo no me tocas como me gustaría. Oye cómo no escuchas los truenos de mi corazón. Observa cómo no me ves; no me miras.

Mira, niña, cómo cae mi amor por ti, ¡mira! Si mi rayo de luz de amor no te alcanza, ¿de qué te sirve comprar lotería?

POR LAS NOCHES CUANDO SE QUIERE (MORIR)

Es como si la muerte hubiera entrado vehemente en su cuerpo y asesinado sus pasiones con el tiempo.

Es como si la muerte hubiera envejecido; perdido el recuerdo y viviera encerrada, incapaz de encontrar una forma de salir.

Un cuerpo, más no; un alma tan confusa podría sobrevivir a un terremoto y morir de la más simple de las fiebres del amor.

LEVANTANDO LOS BRAZOS LE PIDO AL CIELO

Levantando los brazos le pido al cielo: a los míos, Dios, hazles felices. Pero nunca en detrimento de los ajenos.

Pero si la dicha es hallada con honestidad, que no se castiguen creyendo haberles robado a otros la felicidad.

EN LA MEMORIA

Aquí me hallo, madre, entre los vítores, críticas y alabanzas de la victoria, siendo derrotado por el tiempo que advirtieron los que antes que yo en mi posición estuvieron. Aquí me hallo, madre, en la memoria.

Cuidándome de los personajes que exigen que ponga de una vez fin a las dedicatorias (hechas a aquellos que se las merecen) solo por ansias de que empiece su capítulo. Cuando nunca hicieron nada por mi historia. Aquí me hallo, madre, en la memoria.

TODO ESTÁ EN EL DETALLE

Callada Calle del Silencio donde me besas como nunca-jamás-nadie.

El aleteo de tus pequeños azares; mariposas vengativas: huracanes.

Callada Calle del Silencio donde me observas como un hermoso valle.

Tus ojos en todas mis partes, Hera. Guerra en mi cuerpo: Ares.

Callada Calle del Silencio donde me pesas como: ¿cuánto vales?

Mojado: dinero de Marte.

El precio de Todo; el valor de antes.

Callada Calle del Silencio donde me quemas como solo tú ardes.

Zarza, tus ojos: fuegos de deidades.

Callada Calle del Silencio donde me rezas como siempre-alguien:

El amor está en el aire. Todo está en el detalle. Dios es todo. Tú eres el detalle.

MUDO DOLOR

Lloro hacia adentro un mudo dolor rodeado de monjes atentos. Soy una campana de algodón.

TRES VERSOS

Tu corazón en deshielo. Yo soy rayo de sol. Te duele el cielo.

GOTAS

Gotas que caéis como lágrimas que se pueden evitar. Os aclaro que no quiero ser poeta que gane vuestro favor por conmover vuestros corazones con la posibilidad de la tristeza futura o con el mal de la melancolía. Solo soy un adulto con mis propios remordimientos. Cada mañana tras un bostezo mi reflejo en el espejo me pregunta qué cambiaría si volviera a la infancia.

Gotas de amor, ¿os acordáis de la mala costumbre que tenía de niño de quitarles los embutidos a los bocadillos de los compañeros, quedándome para mí con lo mejor de ellos?

Si volviera al pasado, me daría una colleja. Porque en este futuro amargo y sin pan me estoy dando cuenta de que entonces, de niño, también me quedé con lo mejor de mí mismo.

CONGELADO

Temor paralizador. A mi cuerpo de agua, miedo hecho de frío.

ESPERANDO A QUE LOS OCÉANOS

¿Los mares y los calores? Esos ya no se hablan, te digo.

Ya no desembocan en mi boca tus besos. Sin embargo, siguen acabando en ti los míos.

Aquí estamos los torpes y los fríos, cansados de las sequías y hartos de depender de la lluvia y tu rocío.

Esperando a que los océanos aprendan la desalinización y compartan su agua sin intermediarios con mis ríos.

LA DIFERENCIA ENTRE UNA FLOR Y YO

Creo que puedo sobrevivir con solo mi lista de reproducción de sonidos de lluvia. La flor no cree.

POEMAS DE DESPUÉS DE MI MUERTE

Dicen muchos y diversos que persiguiendo mi destino hice mal a todos los versos que se entrometieron en mi camino.

***

¡Oh, poemas de después de mi muerte! Con regocijo os bendigo y digo que no sabéis la fulana suerte que tenéis de que no vaya a escribiros.

¡Y qué alivio! ¡Oh, amados! Para los ojos que os hubieran leído. Pues ahora que me he ido se hallan salvados y agradecidos.

Amados poemas malos

del futuro que no ha pasado. Si acaso es cierto lo que dicen los muchos y diversos, ¿no será el haberos pensado lo que a mí me habrá matado?

¡Oh, poemas de después de mi muerte! ¡Qué suerte que no os haya hallado! En vuestro intento habéis fracasado. Pues en verdad sigo en el pasado, vivito y coleando.

***

Malos o buenos poemas venideros. Entrometeros en mi camino. No seré poeta que huyó sin alcanzar su destino. Ni los muchos ni los diversos. Los versos son míos.

INDIGNACIÓN

Indignación: una vez abierto el envase consumir preferentemente antes de que se pase la mala leche.

HACE TANTO TIEMPO QUE ME FUI

Hace tanto tiempo que me fui que ya no sé por qué se caen las hojas de los árboles.

Hace tanto tiempo que me fui que ya no sé por qué se caen las lágrimas de los hombres.

¿Seguirá siendo por la misma razón? ¿Porque las arrancan vientos violentos o porque cambia de estación el corazón?

AUN ASÍ

El pesado pasar del pasado: toneladas de nosotros en ti. ¿Por qué te levantas con él a pesar de mí?

TE QUIERO, SIEMPRE

Si a mi triste recuerdo no hallas lugar para dormir sin que te arrebate el sueño, déjalo partir.

Que en sueños he viajado a después de mi muerte y he visto los días alegres que no volverán a verme. Y en ellos a ti también saliendo adelante.

Te quiero, siempre. Mi gota de lágrima. Luz de luna. Arcoíris de noche.

¿SIGUES ALLÍ?

¡Oh! Vida capitulada con suerte. Muerte en serie. Veintisiete temporadas llevas cayéndome mal. Y sigo levantándome para verte.

MANUFACTURADO

Mis ojos y oídos traen del extranjero; del mundo: mi visión. A veces tengo miedo de lo que haría si no me importase mi propia opinión.

A LA CHICA DEL TELEDIARIO

Mientras esperas malas dichas, acepta, por favor, este bien colateral que sé que no te hace justicia. Mensajera del loco chat de la vida.

Yo me quedo con la triste delicia de ser el dueño de las caricias que sienten en lo más profundo del alma ser portadoras de buenas noticias.

QUERIDA AMIGA MÍA

«¡Querida amiga mía, querida! ¿Qué es eso que dicen los ojos de los otros sobre nosotros y que en verdad es mentira?».

«No lo sé, eso te diré. Pero por el rubor de tu piel cederé mi atención y escucharé».

«Querida amiga mía, querida. Andan los amigos por el barrio corriendo un falso rumor a diario. Por si aquí sentada no lo sabías».

«¿Es acaso necesario que me levante para recibir dicha noticia? ¿Qué debe hacer una chica para que de una vez cantes?».

«Querida amiga mía, querida. Lo que han captado mis oídos sacudirá todos tus sentidos. Pero ojalá no deje herida».

«Querido amigo mío, querido. Si no sueltas prenda para que de lo dicho aprenda, serás tú quien acabe herido».

«Querida amiga mía, querida. ¿Tú me quieres?».

«Amigo mío eres. ¡Claro que te tengo en estima!».

«Querida amiga mía, querida. ¿Tú me quieres de Querer?».

«¿En plan hombre y mujer?

¡Madre mía! ¡Madre mía! Querido amigo mío, querido. ¿Dónde están los bastardos, tontos, feos y enanos que dicen ese sinsentido? Querido amigo mío, querido. ¡Menudo desvarío! ¡Vamos! ¡Vamos a negarlo!».

«Pero querida amiga mía, querida. ¿No es acaso más que amigo aquel que cuando está contigo te hace rebosar de alegría?».

«Pero querido amigo mío, querido. Si solo fuera cuestión de alegría, a los demás también los amaría. Según lo que has sugerido».

«Pero querida amiga mía, querida. ¿No me quieres a mí más que a los otros?

¿Cómo puedes quererme del mismo modo que a los hijos de la vecina?».

«Pero querido amigo mío, querido. No es la forma del amor ni su cantidad, sino la profundidad de hasta dónde se ama al amigo».

«Querida amiga mía, querida. A ti: hasta el infinito».

«Querido amigo mío, querido. Yo contigo, si necesario, me hundo».

«Querida amiga mía, querida…».

«Querido amigo mío, querido. Por favor, no lo digas».

«¿Que a favor de la creencia popular, este amor va más allá de la amistad,

aunque ninguno lo ita?».

FAMA

El teleprónter será el último lugar donde pisen tu nombre.

LA TERCERA MEJILLA

¿Quiénes son esos afortunados que se hallan a las afueras del karma? Sigo sin aprender, cargando con la creencia de que mi cuerpo, sea donde sea que lo coloque la vida, causará la muerte del lugar. Y más en esta profesión de riesgo a la que me dedico con tanto empeño como en el amor. ¿No debería estar reservada para aquellos que, además de señalar los males del mundo, aportan una solución? Y no para los que amamos tan mal como yo. Que ya no nos quedan mejillas que poner para tanto revés.

TODAS LAS PERSONAS DE MI PLURAL

En un bar; al final de un libro…

—¿Sientes esto? Sus manos son el sol que confunde a la corteza terrestre de la llegada de la primavera. Mi piel, la flor que se deja llevar por el engaño y despierta en un invierno no listo para su encanto. La noche y la luna se preguntan dónde nos vio la vida por última vez para así empezar a buscarnos. —¿Te suena? —Otra caricia. Lo noto. Sonrío. Un ramo. —Me suenas —le digo. Sonríe. Lo nota. Un jardín. La gravedad ofrece un trato especial a su tacto sobre mí. Un estar que me hace sentir que tengo una cosa menos de la que preocuparme. Unas pupilas que me observan como a un secreto. —Deja de mirarme así. —¿Cómo? —Como si fuese uno de los elegidos de Dios. Mis palabras hacen que sus ojos busquen tierra. Son un rayo sin ánimo de extenderse fuera de sí. El final de un salto. El equilibrio de un abrazo bien dado. —Si parece un soneto —bromea—, nada como un soneto y se recita como un soneto…

—¡Es un pato descrito en un poema! Tiene la risa tímida de los buscadores de personas que intentan pasar desapercibidas. El olfato del crítico. Mi corazón late nervioso. Una vez me visitó presto el amor y me pidió que lo escondiera en él. Este cuerpo que visto ya no puede proteger más testigos. Ni ser piso franco para viajeros deshonestos. Soy el gusto de Gabriela Mistral, haciendo las maletas y mudándome a una miel igual de dulce que las anteriores, pero más paciente; más tranquila; sin procesar; menos habitada por el mal que ya conozco. —Entonces —digo—, ¿me vas a contar cómo funciona? —¿No quieres tomarte una copa primero? —consulta con una sonrisa ocurrente —. Deberías beber algo ahora que te vas a comer tú el marrón. —Tranquilo —respondo, relajado—. Aquí las buenas noticias son raras y únicas. Como objetos de coleccionista. ¡Dispara! —No sé exactamente cómo va la cosa. —Habla entrecortado y con pesquisa—. Tan solo… te levantas una mañana y lo sientes; en las piernas; en el pecho. —Se le escapa una cohibida risa de la garganta—. ¡Qué sé yo! Lo notas en el aire; en la parte romántica del oxígeno. —¿La parte romántica del oxígeno? —interrogo con toda la ironía de la retórica. —No lo sé. Sencillamente, cuando ocurre… Busca las palabras con el paladar. Reconoce el especial aroma de lo que siente. Lo tiene constantemente en la punta de la lengua. Sin embargo, este querer no deja conocer sus especias. ¿Qué llevas, amor, que solo tú puedes disponerte a ti mismo y servirte en bandeja? —Es como un… —Despertar —añado. —Sí, eso. Un despertar.

—¿Y cuántas veces nos ha pasado? Sonríe, acogedor. —No son las veces. Son los momentos. —Se acerca—. Está pasando ahora mismo en todas las almas que habitamos. En todos nuestros plurales. Tú me hallas; yo te encuentro. Una y otra vez, a la misma vez. Al instante siento en la sangre una mecha, una memoria que no tiene piedad de mí. ¿Cómo puedo querer con tantos recuerdos a una persona que veo por primera vez? La emoción que abruma la bruma de mis ojos se esfuerza por comprender cómo es posible heredar la estima. Revivo todos nuestros días. —¿Sientes esto? —le pregunto, llorando y riendo de alegría. —¿Por ti? Toda la vida. A todas las personas de mi plural, habladle vosotros o condenad a la belleza por haber cometido esta traición contra sí misma al usaros como cebo, destinando mis ojos a no poder volver a hallarla en las cosas que se no se parezcan a vosotros. Os quiero. Os amo. Siempre. Con todo. A todos. En el futuro nadie muere de amar a alguien del mismo sexo.

HACER EL AMOR POR PRIMERA VEZ

He de itir que en alguna ocasión he mirado al pasado y he comprendido a los poetas que dicen que la poesía no debería tocarla cualquier persona. He de itir que he mirado mis manos de ahora y he pensado en tu cuerpo de ahora y… Ojalá entonces fuese ahora. Ahora que sé por qué beso donde beso y entiendo el significado de juntar mi boca con tu boca.

¿Habrás mirado tú tus manos y sentido que yo también merecía la pluma, la letra y la delicadeza de un poema? Porque para que hayamos hecho el amor por primera vez, debemos dar la cara, y itir que ninguno de los dos lo hizo bien.

NO TIENES ABSOLUTAMENTE NADA QUE VER

Amor. Si encuentra tu padre mis ojos perdidos en ti algo indiscretos, los retiro. Pues no quiero ser entrometido.

Amor. Si mi preocupación no es delirio de niño y puedo causarte problemas, te digo que, para evitar bien entendidos,

amor, daré lo peor de mí porque se sepa que no tienes absolutamente nada que ver con la forma en la que te miro.

OTRA HISTORIA DEL METRO

El otro día en el metro (¡y advierto que me fijo en estas cosas, aunque no quiero!) una hermosa muchacha de negro pelo, cándida sonrisa y bellos ojos leía un misterioso libro de misterios.

Consciente de no haber revelado para ustedes ningún secreto, habituales viajeros del tren del subsuelo, imagino que se preguntarán qué había de especial en ello.

Y la respuesta, amigos, no residía en la chica

(¡atenta!) de hombros relajados y piernas inquietas; ni en el texto que devoraba: gordito y denso; libro sin dieta.

Lo que en realidad captó mi atención fue que se lo estaba terminando, llegando a la conclusión de lo que a mi parejo parecer era prácticamente una ilusión.

Y no es que considere una proeza acabarse un libro, pues yo mismo lo consigo (con pereza) cuando es una liviana novela o un cuaderno de poemas.

Tan solo, nunca, jamás había visto (pudiendo otras veces ser testigo

del juicio) a una persona en el metro terminarse un libro.

La mayoría de los que venían leyendo solían estar yendo por el comienzo, atrapados por la mitad, o a tres cuartos de acabar. Pero, sin embargo, ella tan solo se hallaba a un par de páginas del final.

Me di cuenta nada más entrar y sentarme enfrente de ella. Mis ojos quedaron presos (en su tarea) y mi corazón volcó como un barco por la marea.

Escruté el vago vagón. Contemplé mi alrededor

buscando un cómplice que entendiera el fenómeno que estaba sucediendo.

Una mirada compañera que me acompañara desde la distancia a cotillear con mesura el instante.

O que al menos montara vigilancia mientras yo hurgaba con ansia el desenlace de la historia a través de las anécdotas (involuntarias) que me contaba el gesto de la muchacha.

Pero no había nadie. Solo yo, siguiendo el hilo invisible del desenlace de las tramas que nos tenían en vilo: ella con el libro (ya casi de palabras vacío)

y yo con ella (con las ganas llenas) cual hiena carroñera nutriéndome del libro cazado (y casi rematado) por la muchacha morena.

Que de repente se levantó en Palos de la Frontera. Y con ella, sus ojos y su melena; y el final de su libro, claro.

¡Qué faena! No sabré cómo acaban esos personajes y sus vidas ajenas. Sin embargo, pienso ahora que si me hubiera atrevido a sencillamente decirle «hola» no me hallaría en este momento en frente de mi fría cena (escribiendo un poema)

preguntándome si nuestra historia, dentro del libro y fuera, habría acabado en júbilo o habría acabado en pena.

NI TAN MAL NI TAN BIEN

Dime, amor, ¿tú también tienes padres que, o se echan el mundo a la espalda, o no dan el brazo a torcer?

Te digo, amor, que yo igual los tengo pero algo verdes en su mundo de o blanco o negro.

Dime, amor, ¿seremos como ellos? Te digo, amor, ¿tan malo sería serlo?

Tú solo dime amor. Dime amor tú a mí también. Y la vida, amor,

ni tan mal ni tan bien.

CAMINAS CAUTA SOBRE LA TIERRA HÚMEDA

Caminas cauta sobre la tierra húmeda, niña valiente que mide la alegría del agua con los dedos de los pies y la sabiduría.

Del mismo modo, niña valiente y atenta, navegas los corazones de tus semejantes. Sin brújulas, sin mapas, sin constelaciones.

Conoces las trampas del lenguaje de los hombres. Conoces las trampas de la ley de Dios. Conoces las trampas de la belleza. Niña valiente, ¿fuiste tú quien las colocó?

UNO PARA TODO

¿Por qué el miedo que nos ayuda a prevenir el mal ajeno construyendo escudos es el mismo miedo que construye armas para ejercer el mal sobre los demás?

EL DAÑO SECUESTRADO

¿Por qué tengo secuestrado este daño cuando ya ha pasado el golpe que lo ha causado?

¿Quién soy yo para sufrir más que los demás por el hecho de que te hayas marchado?

¿Por qué sigo siendo el único en el que brillas cuando hace tanto tiempo que te has apagado?



Como decía aquella antigua generación hermana de la mía: que paren el mundo que nos bajamos de esta enrevesada vida en la que la versión de pago es peor que la gratuita.

EL VECINO

¡Oh, amor mío! No le cuentes esto a tu vecina o a tu marido, que es mi vecino.

***

¡Oh, amor mío! Hay policías y bomberos y ambulancias en la casa del vecino.

¡Oh, amor mío! La vecina ya no quería a su marido. Mira la paja, mira el ojo del vecino.

¡Oh, amor mío! Si puse mi barba y mi amor a remojar al ver cortar la del vecino.

¡Oh, amor mío! Si yo doy buen trato y no me regocijo como el pretencioso del vecino.

¡Oh, amor mío! ¿Por qué me viene el mal de camino si no me reí del infortunio del vecino?

¡Oh, amor mío! Cambiemos los tejados de vidrio. No vaya a tirarnos piedras el vecino.

¡Oh, amor mío! Te prometo que jamás hice nada con la esposa del vecino.

¡Oh, amor mío! Ven a verme al hospital. Qué paliza me ha dado el vecino.

¡Oh, amor mío!

Si te preguntas el porqué, te diré la verdad y no el vecino.

Te he visto, cariñoso y amable y feliz. ¡Oh, amor mío! En los brazos del vecino.

CALMA, PEQUEÑO

Abre la puerta sin permiso, hijo. Coloca los zapatos en la entrada.

Cuelga en el perchero las tragedias. Deja tu dolor en mis brazos y pecho que me haré cargo de su custodia.

Calma, pequeño, esa taquicardia. ¡No temas! Aquí puedes bajar la guardia.

EL CIELO

Temes por mí cuando digo que muero por ti. Amor, dime si acaso no es de lo más normal querer ir al cielo sin las complicaciones de morir.

NO SÉ SI TENDER LA ROPA

Mamá mira al cielo como si entendiese el lenguaje de las nubes. —¿Tú qué crees? ¿Va a llover? Niego con la cabeza.

Religión de las estrellas. Creo en el sol. Pinza a pinza colgamos las prendas. —Del revés —dice mamá—. Para que no se coma el sol el color.

Al instante pienso en ti y me pregunto si ese es también el motivo por el que vas de adentro hacia fuera, con las emociones a flor de piel.

Para que los rayos ultravioletas del odio no rompan tus partículas de alegría y descolore el tejido de tu ser.

BUENOS DÍAS POR LA MAÑANA

Ese mal que corteja y conquista para después anteponer a todos y todo.

Amante que no solo se avergüenza de ti en público, sino que te esconde y susurra al oído que salgas por la puerta del servicio en tu propio castillo.

La oscuridad de la noche usando tu cuerpo para verse a sí misma en todo su esplendor.

El silencio de las voces del amor. ¿La ventana? No, el acto de partir le tiene miedo al dolor. Aguantar la respiración.

Un vasto vacío como el Gran Cañón en un corazón que no cabe en el pecho.

La habitación: ojo de turista que no sabe que, a tu lado, es lo más cercano que ha estado nadie de un agujero negro.

No hay inspiración en el lado alegre de las rupturas.

No hay alegría. El cansancio no sabe a nada.

¿Cuántos antes que tú se han visto en la misma tesitura?

Pero las horas llegan, trayendo consigo la luz del alba.

Los transportistas los primeros, y también las barrenderas. Los hijos de los vecinos luego, seguidos de los pájaros que cantan.

El sol en mi cara. ¡Qué hermoso es existir! Levanta la esperanza, ¡levanta! Buenos días por la mañana.

Este cuerpo no se irá de la vida por la puerta de atrás.

INOLVIDABLES

Son lo que una respuesta ocurrente a una ingeniosa pregunta. La cicatriz nube que toma prestada la forma de la pareidolia oculta en los ojos de quien mira. Son el momento exacto que invade tu mirada ida cuando escuchas de alguna voz perdida: ¿cómo te hiciste esa herida? Son la rima en un poema. La melodía en una canción. Son inolvidables, como hacer una división en la mente moviendo inconscientemente la cabeza. O como sumar con los dedos de la mano tocando la lengua.

EL BARCO DE DON HONESTO

—Señor, ¿en qué piensa cuando piensa en su cuerpo? Cuando pienso en mi cuerpo imagino que es un barco.

—Pero nunca ha estado en uno. Lo sé. Es un barco como los de las películas.

—¿Como el Titanic? No. Bueno, sí. Pero no. Lo percibo más bien como un navío.

—¿De guerra? De paz, no te digo, ¡zoquete! ¡Claro que de guerra! De la más majestuosa, colosal, épica…

—¿Sangrienta? También.

…y magnífica de las guerras.

Surcando los mares. Domando los vientos. Colonizando ajenas tierras.

—Apagando infernales fuegos. ¿Qué? —Los cuatro elementos… Me callo. Bien, ¿por dónde iba?

—«Ajenas tierras», señor. ¡Eso! Colonizando… Marchando al son… Mmm…

Con los cañones y las velas… ¡Ya está! Se me fue la inspiración.

—Si me permite, señor. Habla.

—Tal vez se le ha ido la inspiración por no ser sincero.

¡Cómo osas dirigirte a mí de ese modo! ¿Y con ese tono? Venga, dime, don honesto, ¿en qué piensas tú cuando piensas en tu cuerpo?

—Cuando pienso en mi cuerpo, señor, »me desvinculo de él y empatizo, »esforzándome en participar de mi propio dolor »como si fuera el de otra persona.

No entiendo ni una sola palabra, ¡zoquete! —Digamos, señor, que cuando pienso en mi cuerpo, »imagino su barco hundiéndose.

FUERA DE MÍ HAY UN LOBO

Fuera de mí hay un lobo vigilándome; retándome feroz en lo más profundo de mi ser sin compañía y me confundo olvidando sus dientes asustándome.

Fuera de mí: una loba enfrentándome; invitándome feliz a salir al mundo subido a su alegría solo un segundo olvidando sus garras asuntándome.

¡Cuidado! Ni asado por el lobo ni amado por la dulce loba este cuerpo muevo. Mejor estar solo que mal acompañado.

Cuantas veces ese dicho he escuchado y, sin embargo, aquí me hallo de nuevo totalmente solo y mal acompañado.

BUENA EDUCACIÓN

No puedo decir nada que no se haya dicho ya acerca del dolor. Incluso decir que ya se ha dicho todo se ha dicho ya.

Ya que callarlo es de valientes y que hablarlo ya es heroico.

Sin embargo, aquí seguimos sin dejarlo ya. Y ya va siendo hora. ¿Ya? ¿Ya de ya?

Ya sabemos que debemos parar de darle vueltas al tema pero el dolor no deja de darnos vueltas y hablar de nosotros.

Y ya os vale a vosotros

que sois los padres que nos habéis enseñado a responder cuando se nos habla.

Dirigirnos al dolor es meramente una cuestión de educación.

EL JARRÓN

¿Te ha pasado? ¿Entrar a un lugar que tiene un hermoso y decorado jarrón de

cuidada porcelana y al instante sin tener ni idea de cómo, saber en

lo más triste de lo que hay en tu interior que acabará roto?

¿Sí? ¡Soy yo! Yo soy el jarrón.

A LA INTEMPERIE

¿Los has visto? —¿A quiénes? A los abuelos. —¿Solos?

No, con los nietos; con el tiempo. Volviéndose tan tiernos y blanditos. Como las galletas a la intemperie.

¿Y nos has visto? —¿A quiénes? A nosotros. —¡Ah, con los hijos!

No, solos; con el tiempo. Endureciéndonos. Como las magdalenas a la intemperie.

¿Los veremos? —¿A quiénes? A los hijos. —Cierto, solos.

No, enamorados. Comiéndose el mundo aun estando en mal estado.

VIVIR CON LA DUDA

No sé cuál es el poema favorito de mi padre ni el de su hermano, mi tío.

No conozco el de mi madre a la que ahora sonrío suprimiendo su libre albedrío.

Tampoco me sé el poema favorito de mi hermanito que todavía es un crío.

Claramente no me sé el tuyo oscuro, intenso y fugaz amorío.

No os lo he preguntado a ninguno por miedo a que señaléis uno mío.

EDUCACIÓN PERMANENTE

Yo: ¿Algún día voy a superar esto? Dunning-Kruger: ¿Qué cosa? Yo: No saber escribir. Dunning-Kruger: No, nunca. Jamás. Ni siquiera aprendiendo.

LEJANÍA

Una raíz, en una tierra diferente de donde fue plantada su semilla. Recibiendo noticias de su árbol a través de una pantalla.

Sin conocer la nieve; sin ver florecer las flores; sin sentir el sol; sin velar a las hojas.

Una raíz, en una tierra diferente de donde fue plantada su semilla, siendo eternamente mojada, pero nunca por la lluvia.

UNO MÁS: FÁCIL Y DIVERTIDO

¿Vives o te haces el vivo?

SOFÁ

¿Dirán esto los otros objetos perdidos de las monedas rescatadas? ¿Que resucitaron al indeterminado día según las hendiduras del sofá? ¿Y que subieron al cielo? ¿Y que están sentadas en algún bolsillo derecho? ¿Y que servirán para comprar el pan con gloria? ¿Se preguntarán los respaldos si detectamos la belleza porque la reconocemos o porque la echamos en falta? ¿Cotillearán acerca de nuestra incapacidad para lidiar con las coincidencias? ¿Qué dirán los brazos de nuestras piernas y cabezas, que hacer el amor cabe en cualquier hueco? ¿Se quejarán los muelles de lo vieja que está la suspensión para nuestros trotes? ¿Se manifestarán los asientos de que les hayamos quitado el sitio cuando se sienten en nuestras rodillas los hijos? Cuando se acabe el amor y tu piel se haya ido, ¿se preguntará la tapicería por qué descubrimos tantas cosas perdidas en los demás justo después de haber partido?

SUELO SECO

Aniñado, el Día de Lluvia no quería llegar. Pues decidieron ir a preguntar los campesinos, y los niños que querían salir a jugar:

—¿Por qué ya no caes, Día de Lluvia? —Porque nunca llueva a gusto de todos —respondió. —Pero Día de Lluvia —clamaron todos al unísono—, ¡mucho peor será entendernos en la sequía!

UN CONCEPTO SENCILLO

—¡Hay una pizza en mi hormiga! —se quejó el Oso.

—¡Hay un país en mi dictadura! —exclamó Ricitos de Odio.

HABRÉ

Habré forjado una docena de espadas. La mayoría de madera vieja hasta que aprendí a hacerlas de papel y pegamento.

Habré tallado revólveres en poliestireno expandido y montado tropecientas mil espaldas, butacas y almohadas como caballos de guerra.

Habré luchado en tantos recreos, perdido un buen número de batallas en parques y ganado unas pocas peleas.

Habré defendido un mogollón de fuertes de sábanas y abandonado unos cuantos castillos de arena.

Habré sido buen compañero y mal aliado. Habré sido un feroz adversario.

Habré sido el mejor de los enemigos. Habré firmado tratados verbales de paz con un apretón de manos y saliva. Habré crecido.

Habré escrito los peores poemas de la historia. ¿Habré (no) servido para nada a mi país?

¿Habré contado para alguien? Uno o dos, habré armado con mi falta de talento ejércitos de poetas de tres al cuarto.

¿Habré conseguido la carne de cañón que todo cobarde que se dice estratega necesita? ¡No lo sabré!

Abre tus puertas, querido pasado, y recuérdame si habré muerto más veces de las veces que habré matado.

DOS VERSOS MÁS

¿Por qué te molestas en comértelas primero? Las malas personas no caducan.

MIRA A LA JOVEN

Mira a la joven que agarra con más fuerza su libro de bolsillo que la barra de sujeción del vagón.

¿Acaso las palabras en su interior albergarán más equilibrio que el metal y los tornillos?

¡Mira cómo vuela la joven que lee! ¡Observa, en el aire, su equilibrio!

LLEGARON TARDE AL AMOR

Dicen tus labios que no tienen prisa por encontrarse deprisa con los míos que en la brisa esperan secos y fríos sin decir ni pío; sin decir ni misa.

Dice tu boca que aguantas la risa que, tímida, oculta el brillo de tus bríos que, intrépidos, sanarían mis vacíos que devolverían el favor con otra sonrisa.

¡Mía será la fiesta por los que amaron a su tiempo o con retraso sin medida esos amores que nunca se apagaron!

Si al final de esta vida nos besamos, escribid, amigos, en nuestra lápida: «Llegaron tarde al amor. Pero llegaron».

SEÑOR PRESIDENTE

Señor presidente del amor no elegido. Si gobernar el cariño no es su cometido, ¿qué hace usted en medio de su camino?

Señor presidente del amor exigido: no le quiere la gente del pueblo; no le quiere la gente de su partido.

Señor presidente del amor mudo, ¿qué exiliado del silencio asesino no busca refugio en el ruido?

Señor presidente del amor frío y temido, habiendo mi esposa partido, el fallecer es para mí un castigo.

Pero, señor presidente del amor herido, cuando usted se haya ido

aceptaré la muerte como un cumplido (de la vida que he huido).

VIEJO NIÑO PESCADOR

Viejo niño pescador que acudes al río a pescar amor. ¡Estén sus aguas dulces de buen humor! ¡Oh, viejo niño pescador!

Viejo niño pescador. No desesperes con suspiros de menta. Si quieres que venga, clava en tu anzuelo un poema.

Viejo niño pescador. ¡Allí llega el pez poeta! ¡Espera a que se meta en la boca la saeta! Y muera, alegre, para tu dieta.

Viejo niño pescador que te enamoras de una clienta. Cuídate del corazón

que solo se alimenta; que recibe y recibe, y jamás ofrece ofrenda.

Viejo niño pescador que con tu caña pagas la renta. Pesca el amor. ¡Pesca! Y guarda una parte para el consumo familiar y la otra, para la venta.

HACER EL AMOR

Ceci n’est pas une pipe. Y esto tampoco es el amor en sí, pero en esta representación de la realidad todavía hay espacio para la imaginación. Estos no son tus ojos, pero con los que te leo sí son los míos; y decido verte, y decido creer que tú me ves a mí. Estos no son tus cabellos, pero estas son las yemas de mis callosos dedos y el caudal de las líneas de mi palma escribiendo un peine sobre las hojas de tu pelo. Esta no es tu sonrisa, pero estos son mis dientes y mis comisuras. Este no es tu oxígeno; esta no es tu piel, pero esta es mi letra susurrándote un secreto en la oreja. No, esto no es un beso, pero esta sí es mi boca. Dime si esto en un «sí» para que demos permiso a la siguiente estrofa. Esta no es tu ropa, cayendo como la nieve espesa. Pero esta es una imagen para desvestir el verso. Esto no es una cama, es arcilla, ¡Oh, alfarera de sábanas! ¿Pueden estas palabras tomar la forma de mi cuerpo? Esta no es la luz de la luna sobre la que no es tu espalda. Esto no es sudor que riega, ni un valle tus caderas. Esto que no oyen mis no oídos no es una canción desarticulada de la que no es tu garganta. ¡Quien golpea los muros no es el vecino! Quien derriba los míos eres tú. Esto no es abajo, donde fijado a tu luz, me reflectas, rompiendo el cielo de la noche proyectando mi sombra.

Esto no es arriba, donde te elevas por encima de las tinieblas, y me prestas tus colores. ¡Oh, el futuro pinta brillante! Esta no felicidad que no siento, no es inexplicable. Tú eres inefable sobre el papel. Mais ceci n’est pas un papier. Esto es un poema. Esto es hacer el amor también.

PREMIOS FORQUÉ

Hállenos la paz al borde de la vida por si decidiéramos al final vivir respondiendo a Ramón, ¿por qué morir? Como quien vuelve mar adentro de la ida.

Con la versión extendida de una herida, hállenos el corte final sin medir lo que dolería de verdad escribir de no ser que la palabra nos cuida.

Falleceríamos de «me hierve la sangre». Sin poder gozar aliviados de que el sentido figurado no mate.

Despidiéndonos vivos de la suerte. Sin poder morir de pena; sin poder morir de muerte.

NO QUIERAS QUERER VERME AHORA

(Poema de la cuarentena 2020)

¿Qué es esta bondad que hiere tus ojos de repente tan solidarios y amables? ¿Y este amor a última vez que me ves? Esos ojos. ¿Por qué? ¿Por qué tan rojos?

¿No será que querrás verme ahora que verme es lo único que puedes ver? Ahorraste tan poco en horas sin querer verme. ¡No quieras querer verme ahora!

Quiere querer verme cuando me odie la gente. Cuando cicatrice la empatía. Cuando verme ya no sea tan urgente.

Reflejo del alma, entonces, no te olvides de mí

y ven, ven a verte.

A Jota Santatecla, poeta

DEL QUE MIRASTE DESPUÉS DE MIRAR A BÉCQUER

Una multitud en tus ojos. Tarde de verano; brisa de abril; tus pupilas: una plaza.

Miedo escénico como poco. Cuando me miras desde lejos me ruboriza tu mirada.

SMARTPHOEM

«¡Smartphoem!». Tristemente, miles de s lo han declarado producto del año.

TODO MEJORA CON EL TIEMPO

¿Cuándo caducas, amor? ¿Cuando ya no te traga el librero o el editor?

Menor de los males, poeta mayor. Vino joven, dolor de viejo.

Todo mejora con el tiempo. Aunque con el tiempo no todo vaya a mejor.

FERIA

Aventurero, este cuerpo y este amor no son ni feria ni carnaval.

Aventurero, este cuerpo y este amor no son una atracción muerta que, con un cartel, pide disculpas por no funcionar.

Aventurero, este cuerpo y este amor tienen los días felices contados; pero los lúgubres y tristes, este cuerpo y este amor no están cerrados.

ACTITUD

Postura que revelas el estado de ánimo y me preguntas de qué color son los ojos de mi padre. —Cansados, claro —te respondo—. Pero cuando les da el sol, marrones oscuros.

RESPONSABILIDAD

¿De quién son responsabilidad los adultos que no se quieren comer las verduras?

¡De los poetas, por supuesto! A ellos pertenece el deber de perseverar con el alimento y el aliento del alma.

Solo que algunos disfrazan sus luchas en versos de amor. Y otros son más directos.

AMBICIÓN

Cuando el padre o el amigo; la maestra o la jefa.

Cuando el novio, el padrino o la compañera.

Cuando el enemigo, sea para ayudarte o disuadirte del camino te pregunte:

¿Pero tú quién te crees que eres? Úseme a mí como ejemplo de lo que todavía no sabe que tú puedes llegar a ser.

KAIJU

Y sentir que esa luz es una luz-conejo. Wallace Stevens

No soy particularmente una entusiasta del cine, bueno o malo. Pero hoy estoy acompañando a mi hijo a ver una de las entregas de la saga de Harry Potter. Hay adultos de mi quinta en la sala mucho más emocionados que él. ¡El poder de la magia, supongo! Entre sorbo de refrescos con gas y tarascada a mi puño lleno de palomitas, mientras aparento saber qué está pasando cada vez que mi hijo me señala algo brillante en la pantalla, no puedo evitar imaginarme en ese mundo de brujos, luchando contra las artes oscuras, cuando el protagonista les enseña a sus compañeros un conjuro que emite una luz con la forma de un animal. Mi mente me transporta al otoño de 1999, justo antes de que se separasen mis padres. Fue un día complicado porque hubo tres apagones. Tal fue el revuelo que con el tercero y el miedo de que el problema fuera a durar varios días, mi madre se dispuso a sacar todos los productos ultracongelados del refrigerador para llevarlos a casa de mi madrina, que tenía un pequeño generador de gasolina. Pero la electricidad regresó a todas las casas, y para celebrarlo en la nuestra, pedimos pizza y alquilamos la cinta de Godzilla. Mis padres tuvieron una inocente riña porque mamá creía que yo no podría dormir luego. Y tenía razón. Pero durante la película, mis padres me colocaron en medio de ellos en el sofá. Como un abrazo de salón. Como un hogar dentro de un hogar. Era yo un delicado huevo en un nido. Papá tenía un brazo extendido, acariciando el pelo de mamá por encima de mi cabeza. El cielo. La mano de mamá atravesaba mi espalda para agarrar la cintura de mi padre. ¿Qué susto, qué miedo podría atravesar ese escudo? Vuelvo a mi hijo. Caminando por la calle, recoge un palo y me lo entrega.

—Es tu varita mágica —me dice. Luego se echa la capucha negra de la sudadera por encima de la cabeza, cubriéndose la cara hasta la boca. —Soy un dementor —ruge—. Tendrás que rechazarme conjurando un patronus. —¿Eso cómo se hace? —Tienes que pensar en el recuerdo más feliz que tengas. Cierro los ojos y extiendo mi varita. —¿Qué forma quieres que tenga? —me pregunta. —La de un kaiju —le contesto sabiendo que no es así cómo funciona, pero le da igual—. Mi patronus tiene forma de Godzilla.

BO-TAN-DO

«—Maniobra de Heimlich para todo aquel que haya desayunado odio esta mañana».

Esa frase era una de las favoritas del Sr. Lilián, vieja gloria del boxeo nacional que, entre sus ciclos formativos para adultos en primeros auxilios y su trabajo como gerente de un club de copas, hallaba tiempo para entrenar a los chicos del barrio.

«—¿Cuándo vais a dejar de protegeros de empujones con abrazos?». Esa pregunta, hecha con gesto abatido, era la otra.

Las generosas prácticas de boxeo del Sr. Lilián eran dos veces a la semana en el patio del parque. Pero también aprendíamos algunas medidas de atención gracias a sus conocimientos terapéuticos.

Así que, lo mismo practicábamos tipos de vendaje que directos y ganchos al aire. Aunque la actividad más peliaguda de todas llegaba cuando el Sr. Lilián, saturado de nuestra falta de talento con los ganchos, chillaba: —¡Bo-tan-do! Y nosotros, niños escuálidos y torpes de entre siete y doce años, contestábamos al unísono: —¡Éwa!

El ejercicio consistía en una pelea de reflejos, de anticipación, alerta y dominación del adversario. Por pares, nos colocábamos unos en frente de los otros. Y al grito del Sr. Lilián comenzábamos a dar saltos sin parar, al mismo ritmo que el rival. Con las miradas fijas la una en la del otro mientras el Sr. Lilián corría en círculos a nuestro alrededor. Veloz, sudoroso y con una sonrisa taimada. —Bo-tan-do, canturreaba, enfatizando cada silaba; acelerado. —¡Éwa!

contestábamos sin dejar de saltar. Con las gargantas secas, la mente pesada, el estómago hecho bola y los corazones agitados y encogidos como los puños de un bebé.

Hasta que repentinamente la mano del Sr. Lilián te rozaba la espalda y, haciendo uso de toda tu velocidad, disparabas tu brazo bueno en una bofetada hacia la cara de tu oponente que, haciendo uso de toda su velocidad, se esforzaba por evitar el fatal resultado de recibir una hostia (bien dada).

Era un juego peligroso. Todavía persisten enemistades que surgieron entre los que pegaban demasiado fuerte y los que no esquivaban rápido. De igual manera se forjaron amistades inquebrantables:

moldeadas por el hierro del dolor, la pasión y la ardiente juventud (aunque la psiquiatra lo llamó trauma compartido).

Enemigo o aliado, ahora que tengo la misma edad que tenía el Sr. Lilián, cuando voy por las calles, las oficinas, los colegios, las universidades; y en los chicos jóvenes y en las chicas; en los hombres solitarios o con familias; en los hospitales, en general, por la vida, veo a personas moviéndose con saltitos. Saltitos hacia delante, saltitos hacia atrás, saltitos estancados en un mismo lugar. Todos, incluso yo, como pequeños canguritos. Hipervigilantes. Con un enmarañado nudo en el estómago. Con el corazón taquicárdico y alerta. Incapaces de deleitarnos con lo insólito, valiente y hermoso que es existir. Eternamente expectantes

de dónde nos vendrá la bofetada. Bo-tan-do. ¡Éwa! Bo-tan-do. ¡Éwa!

DISCULPAS

Los poetas que se eximen en el prólogo de sus poemarios.

Esos que se pegan un tiro en la pierna para desligarse, como el agua con el aceite, del martillo de la dura crítica.

Del mismo modo que, amor, dudarías del diagnóstico de quien te advierte en la prescripción de que no es médico, duda de los poemas de los que dicen que no son poetas.

Amor, no soy consejero, (duda), pero allí te dejé un consejo: duda.

CUATRO VERSOS

Los ojos empañados que amen la justicia han de ir acompañados de manos que la practican.

ÁRBOL

Árbol, mi árbol. A tus pies: sombra, espada contra el sol. Árbol, mi árbol. Tu copa: ramas y hojas, hogar de pájaros y frutas.

Árbol, mi árbol, los que te solíamos trepar mientras otros observaban prohibidos por sus amorosas madres, esos niños que éramos ya no obtenemos tus frutos con valentía. No arriesgamos la vida por tus seguras y firmes ramas para saborear tu néctar. Ahora creamos utensilios y herramientas para cazar tus mangos desde el suelo.

Árbol, mi triste árbol, ya ni siquiera dejamos que toque la tierra lo que viene de la tierra. Abatimos la fruta para que caiga directamente en los cestos y las canastas de mimbre. Mueren sin volver a casa.

Niños eficaces; capitalistas; reyes que ordenan guerras en las que participan desde la comodidad de la silla del trono sin ensuciarse las manos.

Árbol, mi árbol, que bajo tu tronco escribo mis poemas. Ya vienen los niños mayores a talarte. Permite que te defiendan otros con la ramita que haces caer ya tallada como espada.

Árbol, mi árbol, acudimos acompañados de los niños jóvenes que se liman los comentarios de los grandes, no por estar de acuerdo, sino porque creen que no les incumben a ellos.

Árbol, mi árbol, ¿no ven mis hermanos y hermanas que tu muerte será el prólogo de sus tumbas y la mía?

HABITABILIDAD

¿Por qué buscas vida en mí? ¿Acaso la has perdido en ti mismo?

No extrapoles. Las condiciones para que se dé el amor en tu cuerpo no tiene nada que ver con el mío.

No sobrevivirías ni un solo día en este corazón inhóspito.

EL CORAZÓN EN DÍAS EXTRAÑOS

Desde que no estoy bajo el cargo de mi madre, he abandonado en mí las tareas del cuidado cotidiano. Ha cambiado mi alma el rumbo establecido que conducía cada semana. Ya no hay cole por la mañana, los martes ya no hay Palabra ni misa los domingos. No hacer la cama no tiene consecuencias. Soy un extraño para los días que no me hablan. ¿Qué me ha pasado que ya no me veo ni en mí mismo?

HERMANOS Y HERMANAS

Tomad un pequeño instante del ajetreo de la vida fugaz para contemplar los mensajes de la ley de la naturaleza. Y decidme si acaso hay árbol que se forme desde su copa. Contemplad, hermanos y hermanas, cómo la riqueza del océano se refleja en el cielo. Solo un ratito, un pequeño instante, contemplad y decidme si en la humilde opinión de la gravedad el problema no siempre viene de arriba.

EN VENTA MI VENTANA

—¡En venta está mi ventana! ¡Ha salido a bolsa como el viento que enciende la hacienda que cultiva el alma, y no como el que apaga la llama! ¡Llama! ¡Llama!

—¡En venta está mi ventana! Se liquidan los ojos; ya no se quieren los socios. No da más de sí la mirada del hada de al lado amada.

—¡En venta está mi ventana! En lugar de tu número el de la inmobiliaria que adornará tus vistas pulidas con el tiempo

de mi cuerpo de barro. La distancia: tus manos; tus ojos el agua; tu quererme: la alaria.

—¡En venta está mi ventana! ¡Aquí, aquí: Amor!, no vendemos cuando lo vale todo, ¡Aquí, aquí: precio!, no compramos cuando no vale nada.

DETERMINISMADAMENTE

¡Martillo aquel! Este clavo que yo soy no saca otro clavo sujeta con él.

¡Martillo aquel! ¿El esclavo del esclavo de mi esclavo es mi qué?

¡Martillo aquel! ¡Menuda locura! La fiebre de mi fiebre es mi cura.

¡Martillo aquel! Soy el esclavo del esclavo de mi esclavo.

Soy el papel. No hay duda.

ESTAR DE VISITA DONDE DUELE

Turista en el metro del hospital; en la fina línea entre la vida y la muerte; deseando más tiempo, un transbordo, una avería; que la enfermedad no sea sino un revisor que advierta que porto el boleto equivocado; el dolor: una simple multa.

AMOR POTABLE

Cita tus fuentes al amarme. En las fotos de las paredes de tu casa está la bibliografía de cómo quieres en cómo te querían tus padres.

PESO PLUMA

Una vez fui el cielo, hace ya mucho tiempo. Amo y señor del firmamento, mías eran las nubes y sus lluvias; míos eran los azules, los cuatro vientos, los cometas, los aviones de papel y los ojos atentos de los poetas. Puerto de las almas que aguardaban permiso para despegar hacia San Pedro. Estación de los deseos. Era yo tan libre e inmenso que no cabía en mí. Recorría los mares y ciudades; las montañas y los valles; los bosques y los campos, donde me hice amigo de bandadas y aves singulares. —Tengo hambre —declaró en una ocasión un viejo cuervo con el que crucé caminos. Asentí, desalentado, pues no poseía insectos ni grano. —Un triste trigal he avispado —graznó, dejándose caer. —¡Cuidado, viejo cuervo! —advertí—. Tal vez haya espantapájaros. El viejo cuervo planeó bajo, como si sobrevolase mis palabras. —Hace tiempo que no creo en esas cosas —respondió posándose sobre unas ramas; con la mirada fija en los cereales. —Pero son reales —dije, acusativo—: sabes eso, ¿verdad? —Oh, perdona, cielito —respondió defensivo—. No solo soy viejo en apariencia, también lo soy en edad. ¡Claro que sé que existen! —explicó con las alas negras extendidas—. Son seres feos e inmóviles. Faltos de vida. —Entonces —me aventuré—. No logro entender… —En lo que ya no creo —sentenció—: es en su poder. Aviado, voló con valor el viejo cuervo hasta el suelo de trigo dorado. Graznando, comió con hervor el viejo cuervo hasta que el sueño quedó frustrado. Una

imponente sombra, alargada como el pasado, sobre él se posó. Inmensa noche; imperio que en pleno día durmió el sol. En su forma real vi yo que era un moderno espantapájaros mecánico, con cuerpo de metal, palas y azadas por brazos, y ademán tiránico. ¡Pánico! En las negras plumas del viejo cuervo que se tornaron blancas. Quedose quieto, como la pálida estatua de un fantasma. —¡Vuela! —grité—. ¡Deprisa! Hice soplar del norte una tibia brisa para apartarlo de la guadaña que tenía por estómago el susodicho espantapájaros. Tarde llegó mi ventisca, pues el viejo cuervo, de un violento tajo del afilado arma, perdió un ala. Pudieron oír sus dolores los dioses de las bajas tierras y de las altas montañas. Sin ceder tregua, iba el espantajo a acertarle el golpe de gracia cuando, usando las patas, el viejo cuervo saltó alto para picotearle la calabaza que tenía por cara. Enzarzándose ambos en una feroz lucha, pico contra pala, pata contra azada y ala contra guadaña. ¡Horas duró la batalla! Horas, hasta que el duro y viejo cuervo, del cansancio, bajó la guardia; siéndole propinada al instante una metálica cachetada que le golpeó desde la cola con forma de cuña hasta el pico y la cara. Cayó en picado. Y quedó inconsciente un pequeño rato el gran pájaro. ¡Rayos! Del miedo unas cuantas gotas de lluvia había yo mojado. ¡El espantajo iba a despedazarlo! Pero de repente se quedó parado, en seco; apagado, quieto con la guadaña alzada como una guillotina apuntando la garganta de la víctima. Muerto, sin batería. Canté jubiloso y mi corazón se llenó de alegría. —Ha faltado poco —le dije sin enojo al cuervo manchado de rojo. ¡Ojo!, no quiera decir eso que no estaba yo furioso por haberse hecho él el loco y mirado de reojo mi advertencia. ¡No! Tan solo que verlo allí, victorioso, de ostentoso plumaje bañado en su sangre bajó la luz del sol… solo podía preocuparme de su dolor. —¡Oh, viejo cuervo peleón! ¿Qué puede hacer este cielo llorón para ayudarte en tu situación? —Podrías llover alcohol —bromeó—. Un vinito; o un ron. —En el campo solo café, si lo deseas con mucha intensidad. Me esforcé por igualar su sentido del humor. Aunque podía verse en mi tenue y

gris bóveda celeste que me invadían nubes de preocupación. Y más cuando repararon mis aires, al rozar sus profundidades, que la pobre ave tenía una herida en el pecho, donde se halla el corazón. Se dio que, en algún momento de la acción, el espantajo, un golpe letal le acertó. ¡Precipitación! Se me llenaron los azules de lágrimas. Las heridas no sanaban. Los pulmones se apagaban. Sus ojos poco a poco se cerraban. Graznaba y graznaba. Su llanto la tierra regaba; su cuerpo el campo sembraba. Pedía el príncipe de las tinieblas que abdicase del reino de la vida. Yo, dique. Él, río de Manrique. En el caudal chico. —Ni siquiera sé cómo te llamas —dije. —Corvus —dijo—. Corvus Moneduloides. —Tosió—. Moné, para los amigos. E hincó el pico.

***

Una vez fui el cielo, hace ya mucho tiempo. Amé y serví al firmamento. Compañero de las nubes y sus lluvias; míos eran los lamentos de un viejo cuervo que retó al temor. En mi puerto aguarda su alma. Era él tan libre e inmenso que no cabía en sí mismo. Recorría los mares y ciudades; las montañas y los valles; los bosques y los campos, donde de su valentía, ante los inmóviles y quietos espantapájaros faltos de vida, obligó al miedo a reinventarse.

MESA

¿Llega un momento en el que uno, de huésped, se da cuenta de que la mayoría de la gente solo usa tres cuartas partes de la mesa del comedor? Ya sabes, eso que hacemos de apoyar uno de los lados largos del rectángulo a una pared para ganar en espacio. La verdad, no sé qué tiene que ver todo eso contigo. Pero estaba mirando meses y al hacer una búsqueda acerca de los rectángulos en internet, en el lado inferior derecho de la pantalla apareció un cuadro de diálogo diciendo: «Otras personas también han buscado: cuadrado; triángulo; trapecio; pentágono; hexágono». Ya sabes cómo funciona el drama de escribir para mí, mendigo inspiración en cualquier parte. Así que no he podido evitar preguntarme si allí donde estás aparecerá un cuadro de diálogo diciendo: «Amor; ingenio; cabezota; belleza, cuando alguien haga una búsqueda de tu nombre». Pero volviendo al tema de las mesas. ¿Te acuerdas de niños cuando te sentaste a merendar en la mesa grande de la casa de mi madre? La gruesa, de madera y mármol. Con el enorme jarrón lleno de las flores del jardín y los blancos manteles de ganchillo que hacía mi abuela. Yo y mis pocos añitos quedamos mansos, pero conmovidos al verte llenar de migas y zumo la mesa que estaba reservada para los mayores, las visitas, los cumpleaños, la Noche Buena o la Vieja. Acostumbrado a desayunar en el asiento trasero del Renault 19 de papá; a tomar el almuerzo en el banco torcido del patio del recreo; a comer sobre la encimera de la cocina con mi banquito de madera; a merendar en la mesita del salón frente a la televisión; a cenar en la habitación. Viniste tú con tus costumbres a causarme problemas. Ha llovido mucho desde entonces, pero tengo guardada en la memoria aquella tarde de agosto en la que, con un simple paquete de galletas, cambiaste el verano por la Navidad. He decido que, con indiferencia de la forma, voy a colocar la nueva mesa en medio del comedor, sin «esconder» ninguno de sus lados. Sé que perderé en espacio. Pero ganaré en menos sitios en los que echarte de menos. Aunque te confieso que, en secreto, sigo deseando que solo hayas ido a mirar precios en el

cielo; a solicitar presupuesto, sin compromiso, para una casa nueva después de la muerte. Te quiero.

ALFOMBRA ROJA

Nuestro personaje principal tiene tramada la cinta perfecta. Es la primera vez que lo intenta, así que le tiemblan las piernas porque no está seguro de que la película que ha hecho sea la mejor de las compañeras. Está nervioso, como un niño en la orilla del mar viendo su castillo de arena ser derribado una y otra vez por las olas. Mientras espera teme como temen los cortes… y los productores a las secuelas… Su corazón es una banda sonora, de serie B. Pero toma tras toma intenta recordar que gracias al cine él es quien es.

Hasta que nuestro personaje secundario entra en escena. Y se queda completamente quieto. Es una serie de fotogramas que se han olvidado de cómo crear la ilusión de movimiento. Le da pavor hablar. No quiere decir nada cursi y su gesto es una incoherencia total, como un fundido a negro que le tiene miedo a la oscuridad.

Pero nuestro personaje secundario también le tiene miedo a los focos. Se conforma con amanecer, que no es poco. Que lo más cursi que le habían dicho era: «Si mi vida fuese una película, el clímax sería un cameo de tus ojos». Y que por eso entiende su temor. Porque al Saber de espiritrompas y hablar el lenguaje de las mariposas a la perfección, sabe que, por más bien que se críe al miedo… el miedo siempre tendrá mala educación.

A nuestro personaje principal ya no le tiemblan las piernas. Camina seguro por la alfombra roja hasta el final.

LAS FORMAS DE LLAMARTE

Sentado en la silla amarilla de la istración, mientras relleno los espacios en blanco del impreso, pienso en ti y sonrío una pequeña sonrisa porque cuando se me viene tu nombre a la cabeza oigo la voz de tu padre, el acento seco de tu madre y la pronunciación de tu abuela.

Atendido por la mujercilla en la ventanilla de atención, mientras no cabe tu nombre en el espacio en blanco, pienso en ti y lloro un pequeño llanto porque cuando se me viene tu nombre a la cabeza.

Secando la lagrimilla chiquilla del certificado de defunción. Mientras un llanto pequeño lloro, pienso en ti y una sonrisa sonrío cuando se me viene tu nombre a la cabeza, e imagino que las cosas bonitas arrancadas de este mundo acaban transformándose para caber en algún otro vacío.

JUEGOS DE COCINA

En el día de Háblanos de tu Profesión uno de los alumnos le preguntó al padre de su compañero, que era veterinario: —¿Cómo supiste que querías ser médico de los animales? —La verdad, es algo curioso —respondió el señor con una tímida sonrisa, como si estuviera perdido en un recuerdo que no sabía si era real o un sueño—. Cuando era muy pequeño mi padre y yo encontramos a un pájaro gravemente herido en un campo. Le faltaba un ala y nos lo llevamos a casa para curarle. Mi padre era carpintero y le creó una chapucera prótesis de madera porque no había clínicas veterinarias en nuestro pueblo. Repito que era muy, pero que muy pequeño. Incluso me olvidé de ello. Pero creo que de allí me vino la vocación. Mientras otro padre que era gobernador les explicaba a los mocosos de qué iba su trabajo, comencé a preguntarme qué respondería si me hicieran la misma pregunta. Porque de pequeño jugué a ser presidente y alcalde; a dar órdenes sin tener ni idea de lo que decía. También jugué a ser esposo (ojalá eso se me diese ahora tan bien como entonces). Jugué a ser maestro como la señorita Cielo, que era al mismo tiempo estricta y dulce como la miel. Jugué a ser inventor, astronauta y arquitecto; construí junto a mis amigos, los llamados Chicos de la Lluvia, un sinfín de casas de madera, cartón y poliestireno expandido. Jugué a los médicos con mi prima. Tuvimos una consulta en el sótano donde realizamos una fructífera operación a una cucaracha que había perdido una pata. Jugué a ser piloto, ninja, policía, ladrón, camarero, banquero. Y sin duda, jugué al juego preferido de mi madre: «A ver Quién Limpia Más Rápido su Habitación». Pero miro atrás, en retrospección, a ese niño del amor que tiembla, a ese diestro que escribió sin agenda en su escayola un poema, y me doy cuenta, ahora que los soy, de que jamás jugué a ser poeta.

DICTADO

¿Te acuerdas de ese instante en primaria en el que te perdiste durante un dictado y dejaste un espacio en blanco entre las oraciones para rellenarlo cuando el maestro repitiese el párrafo? A veces el amor, aun inmenso, se reduce a ese momento. Al estar atento para captar las sutilezas de una coma y los nanokilómetros que separan una pausa por punto y seguido de una pausa por punto y aparte.

A veces el amor es que la frase que no captaste no quepa en el espacio en blanco que le reservaste. Y que en lugar de forzar la letra para que entre es mejor itir que nos hemos perdido.

¿DÓNDE ESTÁN?

Érase una vez, en un afable paseo de una tarde de verano, pasando por la plaza de la catedral, te detuviste en seco y me preguntaste: —¿Dónde están? —¿Quiénes? —Las esculturas —dijiste con triste extrañeza—. Las estatuas y los bustos de los héroes, los poetas y los generales. Te miré, y sentí vergüenza de mis manos, pues no saben esculpir. —¿Dónde están? —preguntaste de nuevo. —¿Quiénes? —Los cuadros y las pinturas de los héroes, los poetas y los generales. Te miré, y sentí rubor de mi imaginación, pues no sabe pintar. —¿Dónde está la pluma? ¿Dónde está la tinta? ¿Y la sangre? —cuestionaste mirando al cielo—. Veo toda esta paz. Pero no hay rastro de la revolución que la precedió.

COSAS QUE ME SABÍA CON SEGURIDAD A LOS DIEZ AÑOS

Por qué la princesa de Rubén Darío estaba triste. La escala de do mayor en la flauta. Que, aun siendo chico, se me daba muy bien interpretar el «o arráncame el corazón, o ámame porque te adoro», de doña Inés. Ya sabéis, por las actuaciones melodramáticas de las telenovelas que veía mi madre. También sabía muy bien que la piel de las rodillas y los codos se pela con mucha más facilidad. ¡Auch! Sabía que una de las diferencias básicas entre mi padre y mi madre era el mágico sentido de la percepción espacial del posicionamiento de los objetos. Me explico: si movías, aunque solo por un centímetro, el florero de la mesa, mi madre lo notaba. Sin embargo, una tarde esperando a mi padre en su nuevo Renault 19, jugando a ser piloto de carreras, bajé el freno de mano y el coche se movió hacia atrás un par de metros hasta que conseguí volver a subir la palanca. Pensé que había llegado mi fin. Pero al regresar mi padre no dijo ni una sola palabra. Además de todas esas cosas fantásticas, también sabía que la infancia no era completamente inocente y que no estaba hecho de luz necesaria para ser visible en la oscuridad.

POETA-FORENSE

Por allí va a escribir un ingenioso poema el poeta-forense con su maletín de metáforas a hacer como si supiera de la muerte.

A tratar va a la vieja de enfrente que en la calle tendida yace ida pero sonriente con el sol poniente y ardiente en su frente.

Al ver la fresca pintura de rímel y su húmedo pintalabios el poeta-forense concluye solemne:

A causa del sol y el calor la pintura se hizo de vapor e inspiró en los pulmones

los aditivos del aerosol.

El poeta-forense con una flor dice que murió sin dolor. El poeta-forense con humor dice que murió de color.

CINCO VERSOS

Hola, digo serio: ¿río o la mar? El agua es tiempo. La fama, ¿con azúcar o sal?

APROVECHAR LA LUZ DEL SOL

Si acaso se pudiera en un poema hacer uso de la luz natural más allá de escribirlo afuera en las horas de sol.

Estrella mía mientras pinto aquí la vida rural a las afueras de lo inmediato y virtual no me dejes para ir a hacerte viral con quien habla de tus ojos en plural.

Solo para poner en venta tu ventana aprovechando tus horas de sol para hacer luz natural.

OTRO VERSO SOLO

¿Por qué existen desventajas en ser felices en público?

¡AUCH!

En la casa de luz hace un momento intentaba entrar la polilla. Como si las llaves se hubiera olvidado y en verdad viviera en la bombilla.

Futuro dolor, no sé qué me ha pasado, pues yo mismo solía ser luciérnaga. Con un golpe de chancleta la he derribado. No creer en las consecuencias es un arma.

—¡Auch!

Están los que viajan en tiempo; están los que viajan en karma. Están los que pueden hacer todo lo que les da la gana.

Y estamos los que ni siquiera

podemos matar una mosca cojonera sin golpearnos —accidentalmente— la frente con la puta ventana.

HECHIZOS, CONJUROS Y ENCANTAMIENTOS

Yendo a casa de la maga tomé el destino más transitado por árboles y flores de todos los tamaños, formas y colores. Y me encontré con tu padre en el camino.

Parecía un honorable hombre amable sin duda, aunque con un pequeño toque ladino. Más bueno con el tiempo como el vino espero se vuelva. Nervioso, mi corazón suda.

Rozaba con la punta de la nariz los pétalos. Beso de esquimal en temperatura estival. Calor sin igual, las flores grandes se derretían para las chicas poder regar.

Usted es el amor del amor de mi vida, le dije sin miramiento alguno. Pero para sus ojos solo era uno

más, mas quería saber qué ofrecía.

Corría aquel día el quinto día de sequía. Yo todavía no escribía poesía. Mis vacíos bolsillos tampoco sonreían. No tenía forma de avalar que te cuidaría.

Si tan solo no me hubiera saltado las clases de curandería y supersticiones, podría hacer el baile de la lluvia para sanar a las deshidratadas flores.

Así, aunque no cayese ni una sola gota, vería tu padre que soy un buen hombre de confianza, no como los hombres que no creen en absolutamente nada.

Al volver la vista hacia adelante en la senda que debía continuar vi pasar a el caminante que hacía caminos al andar.

Recuerdos míos, ¡bien oiréis lo que digo, chivos expiatorios del pensamiento! El tiempo es oro. El odio es tiempo. Seco luego existo. Muero luego vivo.

¡Es verdad! ¡La casa! ¡El destino! ¡Mi fiera condición! ¡La maga! ¡El hechizo! Hallé la solución: la magia que en un principio era la misión de mi sujeto (mi) objetivo.

Maga mía, a verte vengo recomendado por mi pequeño corazón enamorado, por si tienes alguna poción a mano que haga caer a mi favor los dados del amor.

«En la esquina superior tengo belleza en el interior de aquel frasco», dijo la maga. «Te costará un ojo de la cara».

Pero tuerto ya no sería guapo, le contesté. «¿Es acaso, de los demás, la opinión lo que en verdad te crea preocupación y no que perderías visión?», me preguntó.

«Aquí tengo una pócima secreta que está hecha de sueños, y te concede lo que más deseas. Pero recuerda que todo exceso perjudica, hasta la muerte está harta de tener demasiada suerte».

Regresando de casa de la maga contento anduve como si llevase conmigo, guardado en algún sitio, la dirección del viento y el código postal de las doradas nubes.

Si usase mi brebaje para que tú me amases, tu padre dejaría de besar a las flores y las flores se enfadarían y se acabaría la triste alegría del mundo en nuestra calle.

Viudas flores que os quedaríais después

del incendio: velatorio que os ardería el oído de oír sobre el sentimiento que con su balanza pesa los más sentidos.

Al final, cuando seguro estuve de poder desear el deseo que más deseaba cerré los ojos y repetí las palabras que me dijo la maga:

«Que llueva lana. Nubes con forma de oveja. Nadie quiere descubrir por qué son tan importantes los seres humanos para las abejas».

Usé la magia con él en lugar de contigo. Conjuré todo el oro del mundo y ahora estoy sin hechizo ni pócima para que me quieras, pero con tu padre encantado conmigo.

EL LLANTO

Caen súbitas, como una lluvia no anunciada. La música en la discoteca suena alta y perforada. El champán de la victoria les ríe las gracias a las manos de los presentes. El efímero y fugaz amor también está aquí, en la crónica de una noche de fin de semana. Siempre, siempre está aquí. En los bolsillos; en los vestidos relucientes; en la belleza que caduca. Siempre está aquí, esperando a ser consumida. —No vino nadie —dice la muda voz rota del hombre que abraza mi cuerpo como si lo conociera de toda la vida. Sus ojos, plurales de arcoíris bajo los efectos especiales de las luces de la pista de baile, flotan húmedos en un océano de lágrimas. Su cara, arrugada y mojada, busca el calor de los rayos de sol. Pero solo encuentra mi hombro. —Era el funeral de mi abuela, y-no-vino-nadie —lloriquea como un niño pequeño que aprende por primera vez la escasez de los amores incondicionales. Hacía mucho tiempo que no veía a un hombre llorar en silencio, soltando un ahogado llanto que rezaba: «Estas de aquí son las lágrimas más tristes que poseo. Por favor, no me quitéis nada más».

SI ANTES ESTABA OBLIGADO A CREER

Si antes estaba obligado a creer en Dios, ahora que sé que tu madre también te trae a misa pediré nuevos zapatos negros y nuevas camisas.

No rechistaré el ir a dormir temprano la noche del sábado y soñaré sueños bonitos contigo hasta el domingo. Me bañaré en colonia y me untaré de aceite corporal.

Me presentaré voluntario para recoger la colecta y recibiré fraternalmente tu paz. Me sentaré en las fronteras del pecado. ¿Cómo de lejos se puede estar de ti y aún seguir estando a tu lado?

Este Yo, por Ti, será un secreto de los dos cuando mi madre le diga al cura:

«Mira qué hermoso se ha puesto mi hijo para venir a ver a Dios».

CRECER HACIA LAS COSAS

El primer recuerdo que tengo de algo hacia lo que crecí es el traje de la primera comunión de mi hermano mayor. «¿Para qué comprar uno nuevo? —le dijo mi madre a mi madrina—. Ya le cabrá el de Mané». A lo que ella le respondió a su vez que, en su día, quiso su madre (mi abuela), que luciera el vestido con el que se casó con el abuelo. Y las dos llenaron el salón de estar con la alegría de sus risas y el tino perdido por la cerveza. He de decir que entendí sus carcajadas. He visto el vestido de boda de la abuela.

Desde la lejanía recibo vídeos de las celebraciones de los cumpleaños de mis sobrinos. Los veo a través de una pequeña pantalla, con ese encogimiento de ser el centro de atención mientras les cantan el que sean muchachos excelentes. Y pienso en nosotros mientras lágrimas felices encuentran residencia en mis ojos. Mi voz hacia dentro diciéndoles que estoy bien, que me hallo acompañado de los otros adultos en el camino de la madurez, intentando transformar ese mismo sentimiento de timidez, en ser para nosotros mismos el centro de atención, hacia dentro. Y meditar las cosas de adentro, me lleva a recordar que mi madre, de pequeña, tuvo que crecer hacia su corazón. Nació con uno tan pequeño que todo su cuerpo tuvo que adaptarse para caber en él; en su fuerte corazón. O como lo llamaba ella, su soporte físico, su hardware del amor.

Me acuerdo de desear crecer hacia las botas de trabajo de mi padre. Fueron incontables las ocasiones que me las puse y las arrastré de un lado para otro. Recuerdo ir con él a las obras que le encargaban y querer participar de las órdenes que les daba a los albañiles. Pero lo máximo que conseguía era transportar arena de un lado a otro con un pequeño cubo azul. O ayudarle a tomar medidas con su infinito flexómetro Stanley de cinta de fibra de vidrio amarilla que a veces usaba como una espada láser al poner el seguro. «Quédate aquí —me decía mientras su enorme mano abrazaba la mía hasta enganchar la punta de metal en la viga de cemento—. No te muevas, ¿vale? —aseveraba

alejándose despacio hasta hallar la medida—. Ya puedes soltar». En ese momento mi pequeño cuerpo quedaba ocupado por la alegría de su sonrisa. Y se producía el que para mí es uno de los sonidos más gratificantes: la cinta amarilla enrollándose (torpemente) hasta el resorte de la caja como un relámpago bailarín. Me recordaba al sonido de las gotas de lluvia sobre las chapas de cinc.

Me acuerdo de crecer hasta caber en la risa de mi hermano después de ser castigados. De aprender que, aunque la moneda de veinticinco francos era físicamente más grande que la de cincuenta, valía menos.

Todavía sigo creciendo hacia ti.

POR QUÉ LA LUCHA

Si la vida no es justa, ¿qué te hace pensar que la muerte sí lo será?

¿Por qué la lucha? Por más que sea una chiquita, no dejo que me borren la sonrisa.

Sé que no contentos, querrán deshacerse de mi boca.

AL FINAL DE LA CALLE

¡Caminante! Esos zapatos de alambre. Esas huellas de espino. Ese afilado cuchillo. ¡No era yo el destino!

Adiós a mis flores. Adiós a mis hojas. Antaño fue este corazón un camino de rosas.

Y tú has abierto ahora al final de la calle —¡oh, caminante!—, con otra persona una floristería.

IMPAR PATRULLA NOCTURNA

El cielo de rojo se ensucia. Las hojas verdes. Mis ojos: verte, fucsia tus labios. Un epíteto.

Dos, pero impares junto a la lluvia. Que no nos roben la luna. Patrulla nocturna.

Que la soledad no acecha; cobarde, agazapada entre la maleza, ¡no!

La soledad vigila y vela asegurándose de que todo lo que pueda doler, duela.

DÍCESE

Dícese en mi círculo más cercano que hay en mí una sobrepoblación de ternura. Un problema a largo plazo por el que mi corazón, roto en su momento, conspiró un genocidio de la mitad de mi cariño. Pero no hay fin, por más noble que sea, que justifique matar, ni en el cielo, ni en el cuerpo, ni en la tierra, una parte del amor, o la preocupación que siente uno por sí mismo o por los demás.

HACER EL AMOR POR ÚLTIMA VEZ

¿Habéis visto cómo oscurece el corazón la sospecha del amor acabado? ¿Habéis visto ese cielo que anuncia una lluvia que le caerá mal al suelo? ¿Habéis sentido esa dejadez que aun sabiendo por dónde irán los tiros, se mete en un fuego que todavía no se ha cruzado? ¿Habéis visto al poeta autocomplaciente que siente que aquello por lo que le odia la gente coincide con aquello por lo que se le paga, y no por lo que se le quiere? ¿Me habéis visto con ella últimamente? ¿Y a ella conmigo, recientemente? ¿Cómo nos decimos que ya no queremos esforzarnos en hacernos sonreír? No queráis ver el residuo de amor al que nos aferremos los dos. No queráis ver nuestros cuerpos desanimados. No queráis ver el amor que fue y que ahora nos está suicidando. ¿Cómo hemos acabado aquí? Cogiendo dos cosas hermosas que no tenían nada que ver la una con la otra y, en lugar de hacer algo nuevo, nos hemos juntado para hacer lo mismo que se ha hecho una y otra vez.

LLUEVE AGUA SALADA

El corazón ignora las leyes de tasación del afecto.

Acerca el espacio y aturde el tiempo.

¿Aun? con todas sus farsas penalidades y sueños fallidos…

Llueve agua salada. Y tu amor —Desiderata—, como los peces: nada. ¡Nada!

HA PASADO

Ha pasado que los pájaros hablan pero parece que cantan.

Ha pasado que las personas cantan pero parece que hablan.

Ha pasado que no sé cuándo me doy demasiada importancia.

EL OTRO PARDO

El bestiario de la calle lo describe como un morador oscuro, característico de cualquier lado que no sea el de uno mismo. Generalmente designado enemigo por ser o pensar diferente del colectivo. Dícese que puede adoptar muchas culpas, aunque los más comunes tienen una enorme cabeza de turco, un piquito de oro, plumas de patito feo, cola de chivo expiatorio y cuerpo de oveja negra. Si no lo reconoces, es posible que seas tú.

CRÓNICA DE UNA CAÍDA ANUNCIADA

Comienza con un suave bailoteo como un cosquilleo de la madera.

Las visitas con sus cotilleos son las primeras en darse cuenta.

No dicen nada por no hacer un feo. Pero la silla ya no es la que era.

Pero tu cuerpo sigue balanceándose en ella como si fuese nueva.

—Veo, veo —¿qué ves?

Mi cuerpo en el suelo. La crónica de una caída anunciada.

POR QUÉ EN TWITTER PARECE QUE ESTAMOS AL BORDE DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL Y EN LOS BARES NO

¡Ay, los generales de la pena! Qué bien saben que los soldados son los últimos en enterarse de la guerra.

¡Ave, Larry! Morituri te tuitean.

SEÑORITA DE LA CABEZA DE HUMO

Señorita de la cabeza de humo. Aquí estoy yo, el niño chico como una de las tres cosas que se llevaría a una isla desierta la soledad consigo.

Señorita de la cabeza de humo, tienes los ojos igual de secos que un pozo que una vez fue caudaloso y ya no dispone de agua para nada ni nadie.

Señorita de la cabeza de humo, ¿callas todo lo que llevas dentro? ¿Hay una forma correcta de no decir las cosas, logopeda del silencio?

Señorita de la cabeza de humo. Alejándose del reino de las posibilidades

hacia la república de lo imposible, va el amor de camino.

Señorita de la cabeza de humo, ¿qué tanto frío hace en su beso veraniego? ¿Qué oscuridad hay en su boca que siempre pregunta por fuego?

SE ABRE UNA CRUZ

Intentando enmendar, amando, todo el daño que me hace recordar que, si me cuido a mí mismo tan mal, no cuidaré mejor de los demás.

Ensayar un beso una y otra vez hasta que salga mal.

Se abre una cruz. Te metes y se cierra: un abrazo.

PROMESA

Nos vemos al otro lado de todo lo que ahora es triste. ¡Adelántate! No tardaré.

AUNQUE NO SEA DEL TODO CIERTO

A los exnovios y exnovias, como a los expresidentes, hay que demostrarles que nos va mucho mejor sin ellos. Aunque no sea del todo cierto.

YA NO HAY SECRETOS

¿Cómo no voy a posponer el cariño cuando tengo toda la vida por delante para darme cuenta de que puedo morir en cualquier momento?

Que me sean devueltas mis antiguas grietas. Que me rompan a como estaba. Que me destrocen (de viejo), en dirección contraria.

FUIMOS

Fuimos un país, y, sin embargo, ahora, eres la persona con la que más solo he Estado.

Y te combatiría fuego con fuego. Pero no te elevaré a tan destructivo estándar. No quemas. No das calor. No alumbras. No fuiste para tanto. Fuiste para nada.

EL AMOR ES

El amor es que alguien te tenga en tan alta estima, que tome juramento en tu nombre y cumpla con su palabra.

UN BESO DE RENOMBRE

¿Mi boca antigua? ¡Mira cómo se asoma! Y dime si compartimos el mismo alfabeto para que al final de este pequeño cuarteto me digas si quieres aprender mi idioma.

Si apuntas sin broma a alcanzar el diploma empecemos por lo básico de cualquier beso clásico presupuesto por un amor sin axioma.

¡Ve más allá de mis costumbres e interprétame mejor que nadie!

Para que cuando sea un beso de renombre impriman en la portada de mi boca: «Traducción de» seguido por tu nombre.

LA FLOR A LA FLOR CHIQUITA

La flor a la flor chiquita a la hora de tomar decisiones: crecer conlleva querer cambiar el mundo; darse cuenta de que nadie puede cambiar el mundo y ser conocedora del peligro de las generalizaciones.

LÁGRIMA PEQUEÑA DE MI LÁGRIMA

Lágrima pequeña de mi lágrima justa; dolor de mi dolor que por mí te preocupas. Llorar de mi llorar, escrutando con lupa, «¿cómo me siento?», me preguntas.

Lágrima pequeña de mi lágrima que brilla. No vale lo mismo ni puesta a escala la luz del sol que la de una luciérnaga.

Lágrima pequeña de mi lágrima injusta, «¿qué siento?», me preguntas.

Lágrima pequeña de mi lágrima muda. Me siento ausente. Incorpóreo. Invisible. Imaginario; una coma a la que le falta respeto: intercalado. Perdón. Siento que el mundo no me pronuncia.

LA LUNA

Mientras tocas la canción de la vida viene alguien con los dedos de saliva y pasa por ti las hojas de la partitura.

Luciérnagas que alumbráis la noche, ojos con pestañas cual alas, acantilado, pistas de aterrizaje.

Mi trabajo me ha soñado ser más de lo que me ha soñado mi trabajo soñado. Y ahora me dedico a él.

Pretender irme de tu lado sin cambiar cuando ni siquiera devuelvo tal y como estaba el aire que llego a respirar.

La luna se aleja de mí, de la tierra y el sol. La luna también necesita

que alguien gire a su alrededor.

YO ERA EL CIELO

Soñé; en verdad que lo hice cerrando la triste mirada en una noche inspirada de soñar sueños felices.

Soñé que soñaba con soñar este sueño pequeño de grandezas de ensueño, soñé hasta soñar en la realidad.

Soñé con la fama y el dinero; con la chica más linda del bar; una estrella reflejada en el mar. Soñé que escribía «El Uno y el Cero».

Soñé el sueño que no quiero. Pero también soñé el que sí: te soñé en París.

Soñé que te dije: te quiero.

Soñé con la bala detenida por el ojo; con el lápiz afilado que dibuja de oreja a oreja una sonrisa con trazo fino sobre un globo.

Soñé un sueño que explotaba como la razón al chocar con el alma que ya no se halla en calma y desea despertar al alba.

Soñé todos los sueños hasta que ya no quería soñarlos. Sueño, pero cuando llega la mañana, no sueñas estando a mi lado.

Soñé un triste milagro. Soñé que, porque yo era el cielo, tú volvías a mirarlo.

QUIERO ROMPER A LLORAR COMO LA LLUVIA

Quiero romper a llorar como la lluvia sobre el blando regazo de mi padre; rodearle con mis brazos la cintura como si fuera una lámina de hojaldre.

Quiero decirle que a veces hiere; sentir que no sirvo para nada. Y que él, que ya se ha sentido así, me abrace y me diga que me quiere.

Yo también le diría que le quiero; le abrazaría y le daría un beso. Y los dos serviríamos para ¡eso!

NO LAS ABANDONES

María Dolores que te llamas y me hieres, ¿de la devoción de mi sufrir eres santa? ¿Por qué haces como que me quieres? ¡Canta! Dime, María Dolores de mi alma.

Pómulos fuertes y saludables siembras en mi piel tus labios. Montaña yo, tú frío, me plantas un pico. Tuya la mía boca sufre un desengaño.

«Doces meses anhelando: ¡Me haces mucho año! ¡Cómo floreces, nostalgia, en esta época del daño!».

María Dolores, por favor, no las abandones. Me diste un beso-comodín en la mejilla y ahora mi mejilla es un jardín.

María Dolores, ¡ven a cuidar de tus flores!

LA FLOR RECIENTE

Entre las otras: mi desvarío. Cuando las demás lloran, yo, humor de agua dulce: río. Con guantes de lana, Hortelana, a mano pala y rastrillo, desentiérrame, amor mío. Como flor, aléjame del dolor, ponme en otro sitio.

LA PREOCUPACIÓN DEL ÁRBOL

Labios de ardilla cotilla que planeáis cual planos sobre los besos de boca en boca. Cubriré vuestros miedos al hambre del hombre-águila con mis verdes versos-hoja. Sin vos, no sé si está medio llena o medio vacía mi copa.

SI MAÑANA ME BUSCÁIS Y NO ESTOY

Del ay de Hernández mi queja: ¡oy! Porque ya de nadie amor recibo, ni a nadie, al parecer, amor doy.

Aquí mis palabras de despido que se cuidan cual convoy las unas a las otras mientras escribo:

Si mañana me buscáis y no estoy, podéis hallarme ayer perdido donde no era suficiente lo que soy. Mis más sinceras disculpas pido…

Porque ya me voy, ya me voy. Familiares, rivales, me despido: ¡Qué honor ha sido hoy!, todo un dolor haber vivido.

Créditos

Nosotros César Brandron Ndjocu

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal)

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Ilustraciones de interior de María Pitironte a partir de imágenes de Shutterstock

Diseño de la cubierta: © Planeta Arte & Diseño Fotografía de cubierta: © Kike de la Rubia

© César Brandon Ndjocu, 2020

© Editorial Planeta, S. A., 2020 Espasa, sello editorial de Ediciones Planeta, S. A. Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) idoc-pub.juegazos.net

Espasa, en su deseo de mejorar sus publicaciones, agradecerá cualquier sugerencia que los lectores hagan al departamento editorial por correo electrónico: [email protected]

Primera edición en libro electrónico (epub): noviembre de 2020

ISBN: 978-84-670-6124-6 (epub)

Conversión a libro electrónico: MT Color & Diseño, S. L. www.mtcolor.es

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